Las distintas tecnologías de esta nueva revolución industrial y social están en fase de desarrollo y, por tanto, lejos de su madurez; esta circunstancia dificulta desvelar los efectos que pueden suponer en la economía en sociedades muy longevas y envejecidas. Dos primeras aproximaciones nos dicen que los robots reemplazarán 20 millones de puestos de trabajo según Oxford Economics y, por otra parte, será en dos décadas cuando puedan ser sustituidos el 34 % de los puestos de trabajo según Will robots steal our Jobs? de la consultora PWC en 2018.
La Economía del Envejecimiento debe aportar pautas para la mejora de la toma de decisiones de política económica e incluso de sanidad y asistencia social. No olvidemos que España en las próximas décadas encabezará la lista de países con más esperanza de vida al nacer del mundo, a la vez que su tasa de nacimientos, según los últimos datos, es de las más bajas del planeta.
Estos datos demográficos nos dicen que el envejecimiento en España se verá agravado y que la economía, para mantener sus niveles de crecimiento, necesitará un balance equilibrado de apelación a la inmigración y el incremento de la productividad, cuyo principal gradiente será la innovación tecnológica.
VISIÓN ECONÓMICA
La economía del envejecimiento nos alerta acerca de las caídas de los niveles de inversión, de actividad, así como de la pérdida de ingresos fiscales motivados entre otros efectos por la contracción del consumo. Según BBVA Research, en su informe Situación de Consumo julio 2019, el consumo per cápita en el periodo 2018-2033 puede verse reducido un 1,5 % debido al aumento de la población mayor de 64, que será de más de 5 puntos.
Las sociedades envejecidas en cierto modo no constituyen, en principio, el escenario más favorable para el proceso de innovación tecnológica.
En sentido contrario, si la población del segmento de economía plateada permanece en el mercado laboral, los trabajadores jóvenes que se incorporan al mundo laboral, al no poder reemplazar a estos trabajadores en tareas similares, se orientarán hacia nuevos ámbitos de la actividad económica generalmente relacionados con la innovación tecnológica y donde la economía colaborativa y social suponen una disrupción adicional.
La sustitución de un empleo de la economía analógica por uno de la digital requiere destrezas que impiden o al menos dificultan la rotación sectorial del trabajador. Podríamos afirmar que de manera generalizada la tipología del nuevo trabajo será el resultado de interacciones de algoritmos de inteligencia artificial con decisiones humanas.
No apreciamos un consenso entre los académicos acerca de las consecuencias de la inteligencia artificial y otras tecnologías de toma de decisión robotizadas en el mercado de trabajo en las sociedades envejecidas.
Cuando nos referimos a robotización debemos pensar en sentido amplio, todo proceso relacionado con la digitalización, como big data, inteligencia artificial, Internet de las Cosas… El mundo de la tecnología supone una transformación profunda del mercado y las habilidades de los puestos de trabajo, desparecerán aquellas funciones sin valor añadido como las tareas repetitivas y manuales.
Un estudio reciente de Randstad sostiene que el 29 % de los europeos (32 % en España) consideran que los puestos de trabajo están en peligro debido a la automatización de los procesos. Si atendemos a los sectores, la fabricación de productos alimentarios (66,7 %), la agricultura (64,3 %) y la minería y los servicios públicos (60 %) serán los más amenazados.
Otros estudios son más alarmistas, pues apuestan a que en una década pueden desaparecer el 47 % de los empleos al ser ejecutados por máquinas. Este proceso necesita redefinir el mercado de trabajo, así como entender los efectos sobre la presión en la financiación de las pensiones
Analicemos Japón, donde el desarrollo tecnológico y la situación demográfica nos permiten anticipar con cierta prudencia los efectos en España en un proceso de innovación que en 2021 aportará 54.000 millones de dólares según Morgan Stanley. Este país en 2016, según datos aportados por el FMI, exportó robots industriales por valor de 1.600 millones de dólares, más que los cinco mayores exportadores juntos (Alemania, Francia, Italia, Estados Unidos y Corea del Sur). Para este mismo año, el ranking de densidad de robots industriales por cada 10.000 empleos lo lideró Corea del Sur con 631 robots; España con 160 ocupa el octavo lugar en la clasificación según Statista.
El propio organismo internacional sostiene que en el futuro la automatización y la robótica pueden compensar la falta de mano de obra y dar como resultado una mayor productividad y mayores rentas, como parece que está ya sucediendo en Japón. Y, es más, la robotización no parece que sea una amenaza a las tasas de empleo, ya que esta cayó en 2018 hasta el 2,4 %, su nivel más bajo desde 1992.
La consultora Deloitte publicó en 2018 un estudio acerca de los efectos de los procesos de automatización con robots, que concluyó que en el 95 % de los casos se han conseguido ganancias en productividad y en el 81%, los costes se han reducido. El tejido empresarial español, donde predominan las microempresas y en todo caso pequeñas y mediana empresas y donde el sector de servicios es muy relevante, no es propicio para un desarrollo intensivo de la robótica en los procesos industriales más allá del ya logrado.
ROBOTIZACIÓN Y FISCALIDAD
España está instalada en lo que se conoce como invierno demográfico. El número de fallecidos supera a los nacimientos en 56.000 personas, dato histórico de una serie que se inició en el año 2017.
Una de las consecuencias de este drama poblacional es la sostenibilidad del sistema de pensiones al desaparecer la fuente tradicional del sistema de reparto de pensiones que es el relevo generacional. Si a este efecto le sumamos el aumento de la longevidad, todo ello deriva en un aumento de los gastos asociados al Estado de bienestar. En palabras de Margarita Delgado, subgobernadora del Banco de España, en julio de 2019, el Estado de bienestar deberá conjugar la viabilidad financiera con la provisión de una renta socialmente sostenible y equitativa entre generaciones.
En la actualidad se debate acerca de la oportunidad, incluso necesidad, de que los robots industriales sean gravados con una tasa impositiva finalista destinada a la financiación del sistema público de pensiones.
Esta reflexión es relevante, pues la productividad de la economía que se deriva del uso intensivo de la tecnología hace que el envejecimiento no constituya necesariamente un problema económico; es más, la productividad se considera como una de las palancas mitigadoras del déficit de las pensiones públicas como lo puede ser la inmigración o el hecho de fomentar la incorporación de la mujer al mercado de trabajo (término acuñado por Kathy Matsui como Womenomics), acciones que en Japón han tomado como iniciativa para cubrir el déficit de fuerza laboral. Circunstancia distinta es si en las sociedades envejecidas se están observando tasas de productividad significativa. En España, el Pacto de Toledo ya ha analizado la posibilidad de cotización de los robots a la Seguridad Social como mecanismo de financiación del sistema y que puede servir de mecanismo de protección a los trabajadores que se ven expulsados del mercado laboral precisamente por el efecto de la robotización; también se considera que al aumentar los márgenes empresariales se podría pensar en un incremento del impuesto de sociedades de carácter finalista.
Volviendo a Japón, su apuesta es promover la economía 5.0 situando la robótica como elemento central del aumento de la productividad y no optar por el recurso a la inmigración. De hecho, Japón presentaba en 2017 una tasa de inmigración del 1,83 % (el puesto 134 de ranking por países por nivel de inmigración). Está política se conoce como Abenomics, en referencia al primer ministro japonés, Shinzo Abe.
A modo de conclusión, la cofinanciación del sistema público de pensiones gracias a la contribución de la fuerza de trabajo y de la industria robotizada puede ser una vía para explorar.
ROBOTIZACIÓN Y ENVEJECIMIENTO
En la conferencia “The Future of Aging”, celebrada en mayo de 2019 en la sede de la Fundación Areces, se debatió precisamente sobre los efectos de la robotización en la sociedad envejecida.
En este contexto social, en la citada conferencia se apuntó que robots humanoides para prevenir problemas de dependencia pueden ayudar a cuidar a los mayores y mejorar su calidad de vida. La robótica asistencial monitorizará las constantes vitales a través de distintos sensores y además actuará de acompañante para compensar al menos la soledad, conocida como la epidemia del siglo XXI. Además, se está avanzando en el desarrollo de sillas de ruedas automatizadas, vigilancia por reconocimiento facial para el control de presencia, la seguridad en el baño o incluso de transmisores de órdenes orales para la toma de medicamentos.
El documento de la Unión Europea Silver Economy nos habla del desarrollo de dispositivos mHealth como los monitores neurológicos, cardíacos y de apnea y del sueño, y el mercado de servicios mHealth que busca, entre otros, prevención, diagnóstico, monitoreo y bienestar, con miras a un mejor diagnóstico, mejor prescripción de medicamentos y para disminuir las reacciones adversas a los medicamentos y otras necesidades de salud de la población mayor como la nutrición y la medicina personalizada. Incluimos también los llamados robots terapéuticos como Alice, desarrollado por investigadores de la Free University of Amsterdam y el grupo de investigación SELEMCA38 y el StartUp (spin-off universitario de Humboldt Universität) RetroBrain, que crea videojuegos terapéuticos, sobre todo encaminados a la mejora de la memoria mediante el entrenamiento cognitivo relacionado con la demencia.
El impulso de la robotización cognitiva asistencial, que podemos calificar como un nuevo sector de innovación social, guarda relación, al menos en Japón, con la dificultad de encontrar personal de enfermería. En el caso español, se estima que 270.000 personas trabajan como asistentes en residencias y en 2007 la cifra era de 168.000. El efecto de la robotización en las residencias con servicios no es fácil de cuantificar, pues el espectro de utilidades es muy amplio y estas se engloban en plataformas de servicios digitales para encontrar soluciones sostenibles para las personas mayores (tecnologías para el bienestar y la automatización, prevención, información y telemedicina).
La experta en bioestadística Victoria Zunzunegui (www.65ymás.com, 28-7-2019) nos alerta sobre el deterioro de la salud universal en España y se refiere a la Encuesta de Salud de Madrid, realizada en 2017, donde se recoge que las necesidades de atención sanitaria no cubiertas llegaban al 26 % frente al 4 % registrado en la edición de 2012. “Y eso sucede en una encuesta que cubre todas las edades, imaginemos si solo midiesen a los mayores… Es más, la mayoría de los trastornos prevenibles y tratables, incluidos la discapacidad física, dependen del gasto sanitario”, explica.
El proceso de robotización aplicado a la salud no cubierta por la sanidad pública encontrará un acelerante para su implantación.
Merece un comentario específico la adaptación domótica del hogar. Según el informe citado de la Unión Europea, se ha demostrado que las adaptaciones en el hogar mejoran la calidad de vida de aproximadamente el 90 % de los beneficiarios. Este es un beneficio clave porque alrededor del 90 % de las personas mayores prefieren quedarse en su propio hogar a medida que envejecen.
La tradicional teleasistencia al anciano, que consiste en el aparato telefónico con altavoz conectado a un botón de alarma en forma de collar conectada a su vez a una central de emergencias y de asistencia, está siendo superada por sensores distribuidos por el hogar, un robot y técnicas de machine learning. La robótica asistida del hogar de última generación como LARES, desarrollado por el Grupo de Sistemas Inteligentes (GSI) de la Universidad de Alcalá (GSI-UAH), se configura como un sistema de teleasistencia compuesto por una red de sensores conectados de manera inalámbrica y distribuidos por las habitaciones del hogar. Estos sensores monitorizan datos como la temperatura, humedad, luminosidad o presencia de personas en cada habitación, y envían la información a un robot autónomo. La persona dependiente puede, además, llevar un reloj que detecta caídas y avisar a los servicios de urgencias si es necesario.
En caso de detectar anomalías, el robot puede desplazarse de forma autónoma hasta la habitación donde se haya detectado la emergencia gracias a técnicas de inteligencia artificial.
Además, los servicios de asistencia pueden controlar al robot y establecer una conexión de vídeo y audio bidireccional a través de internet, facilitando así la evaluación de cualquier situación en tiempo real.
Todo lo anterior presenta un debate ético, pues los robots sociales entienden las emociones y gestos humanos. Estos actuarán de acompañantes que ayudarán a los ancianos a estimular sus emociones. Por lo anterior se advierte que hay que introducir software ético en los robots, tecnología que estará disponible en los próximos cinco años.
ROBOTIZACIÓN Y MEJORA DE LA SUPERVIVENCIA
Expertos como el profesor José Luis Cordeiro, de la Singularity University (California, Estados Unidos), sostienen que en una década no será posible distinguir a un ser humano de un robot, los implantes con dispositivos de inteligencia artificial nos adentrarán en el ser poshumano, incluso el envejecimiento será derrotado gracias a los procesos disruptores que proceden del campo de la informática.
El mismo José Luis Cordeiro, en el libro La muerte de la muerte, sostiene que los avances tecnológicos pueden llevarnos a la velocidad de escape de la longevidad, es decir, la esperanza de vida se extiende más allá del tiempo que transcurre. Cada año vivido ganaremos un año más de vida. Este incremento exponencial conduce a un nuevo estadio de la supervivencia humana donde la extensión de la vida se sustituye por la expansión de la vida.
La medicina cada vez más será una ciencia de datos, los diagnósticos en fase preclínica serán más habituales, la frontera enfermo-sano hoy en día ya es difusa; de hecho, es habitual la medicina preventiva y personalizada antes de que la actividad biológica que da lugar a síntomas de una enfermedad haya comenzado. Los modelos de algoritmia biomédica aplicados al proceso de envejecimiento, que es personal y no fechado en una edad cronológica, permitirán actuar sobre los biomarcadores que determinan el envejecimiento. Así en este proceso de posponer las enfermedades asociadas a la vejez, que serán crónicas, estas se manifestarán en edades más avanzadas. Por citar un ejemplo, modelos de inteligencia artificial aplicados al Alzheimer ya son capaces de predecir la enfermedad con años de anticipación a la manifestación clínica.
El viejo proverbio latino que se inscribía en los relojes de las iglesias, Vulnerant omnes, ultima necat o todas (las horas) hieren, la última mata, y que hacía referencia a lo efímero de la vida y el trascurrir de la edad —se atribuye la frase a Horacio, Cicerón o fue recogida por Suetonio—, se verá superado por la tecnología biomédica.