“Cuando empezaron a desarrollarse las residencias en España hace 40 años, los mayores de 64 años eran solo el 10% de la población, desde entonces el grupo de mayores ha crecido en 120.000 personas al año. En los próximos 30 años, crecerá a un ritmo duplicado de 230.000 personas al año, alcanzando en 2050 la cifra de 16 millones, el 30% de la población”.
La previsión de la Federación Empresarial de la Dependencia (FED) resume la importancia de “favorecer políticas de cuidados de larga duración dirigidas a aumentar la oferta de plazas en centros residenciales, y otras actuaciones que cubran la potencial reducción de ayuda informal, a la vez que se favorece la calidad de vida de los cuidadores”.
Esta es la sexta de las demandas del informe Indicador de Calidad de Vida Digna y Sostenibles de la Vejez (ODS-IVDS65+) que defiende Fundación Mutualidad de la Abogacía en colaboración con la Universidad de Barcelona para atender las demandas de una sociedad cada vez más envejecida.
Diagnóstico para la reflexión
Es evidente que España afronta un reto que no solo se circunscribe a la residencia para personas de la tercera y cuarta edad, sino que es mucho más complejo, contemplando acciones en áreas como la jubilación, la sanidad, el cuidado de larga duración o el envejecimiento activo, y que sobre todo exige de nuevos recursos.
Si atendemos a las últimas informaciones de la OCDE, España destina a los cuidados de larga duración el 0,7% del PIB, por delante de países como Hungría, Portugal o Polonia y en niveles similares a Italia o Eslovenia. Pero es en la comparación con los países nórdicos y centroeuropeos el espejo donde mirarse, y el reflejo aconseja incrementar este gasto hasta el 2% “para lograr un sistema de la dependencia más sostenible”, en opinión de FED, que representa a 2.4000 centros residenciales en España.
Seis áreas de acción para avanzar
Los expertos abogan por un modelo más centrado en las personas, con libertad de elección entre la oferta pública y privada; y el sector, por unas políticas más armonizadas entre las diferentes comunidades autónomas que favorezcan una expansión más rápida de cada línea de actuación.
El capítulo 5º del plan país, España 2050. Fundamentos y propuestas para una Estrategia Nacional de Largo Plazo, se titula “Preparar nuestro estado de bienestar para una sociedad más longeva”, enunciando las principales prioridades en las que el Estado quiere avanzar:
1. Aumento del gasto público en pensiones
Proveer del soporte económico necesario al ciudadano que abandona la actividad laboral y a colectivos como los de incapacidad permanente, huérfanos o viudos, es una de las tres bases fundamentales del estado de bienestar español junto a la sanidad y la educación. Pero ahora el sistema de pensiones está sometido a un test de estrés con la llegada a la edad de jubilación de la generación baby boom, la más numerosa de la pirámide poblacional.
El reto se extenderá durante tres décadas, y requiere “del diálogo social, el rediseño de las políticas públicas y una revisión de las realidades materiales e inmateriales que rodean a la jubilación”, se apunta en dicho documento. De momento, ya se ha avanzado con medidas que promueven acercar la edad efectiva de la jubilación a la edad legal.
Sin embargo, el gran reto es la redefinición del sistema de previsión social, y las soluciones propuestas apuntan a un modelo híbrido de compensación de la pensión pública con pensiones privadas (como ocurre en los países nórdicos) o con un modelo de aportaciones voluntarias (el modelo de países como Canadá, Irlanda o Reino Unido). Un debate aún pendiente de abordar.
2. Adecuación del sistema sanitario
Punto en el que confieren diferentes variables. Por un lado, según cálculos del Gobierno sobre el gasto sanitario de 2005 per cápita, “las personas de 65 a 74 años duplicaron el gasto medio de la población total. El de las personas de más de 75 años casi lo triplicó”.
Una segunda visión, que cada vez se generaliza más, es que “lo que determina el uso de recursos no es el número de años que ha vivido una persona, sino el grado de salud del que esta persona goza”. Y en esta línea se trata de avanzar en diferentes frentes.
- Aumentar el gasto público en sanidad hasta el 7% del PIB en la década de los años treinta, con el objetivo de poder atender las necesidades de una sociedad más longeva.
- Ampliar la cobertura y mejorar la calidad del sistema de cuidados de larga duración, elevando su financiación hasta cotas próximas al 2,5% del PIB en 2050. Punto en el que es esencial su coordinación con el sistema sanitario.
- Transitar de un modelo organizativo sanitario orientado al tratamiento de eventos agudos, a un modelo más centrado en la cronicidad.
3. Envejecimiento saludable
Se reclama la necesidad de crear una Estrategia Nacional de Envejecimiento Saludable, partiendo de la idea básica de que la salud se ve afectada por todas las políticas, y no solo por aquellas consideradas estrictamente sanitarias.
- Apuntalar medidas en prevención y autocuidado de la salud a lo largo del ciclo vital. Es esencial trabajar desde la educación en edades tempranas para promover hábitos saludables que contribuyan a un envejecimiento en mejores condiciones de salud.
- Reducir las desigualdades en salud en función del género, nivel educativo, ocupación y lugar de residencia.
- Crear planes de salud mental y enfermedades neurodegenerativas, por su especial impacto en la población mayor.
4. Avanzar en la dependencia y cuidados de larga duración
Uno de los puntos clave para mejorar los cuidados de una sociedad que envejece es la atención a la dependencia y a los cuidados de larga duración. Uno de los primeros objetivos es reducir el tiempo de espera que existe entre el reconocimiento de la situación de dependencia en el marco del Sistema para la Autonomía y Atención a la Dependencia, y la concesión de las prestaciones. Y para mejorarlo se proponen medidas como:
- Desarrollo de una Estrategia Nacional de Formación en materia de cuidados de larga duración. La capacitación de profesionales formados específicamente para estas tareas es un paso previo imprescindible.
- Aumento de las prestaciones en especie. Un capítulo amplio que comprende:
- Mejora dotacional de centros de día y de noche.
- Potenciación de la ayuda a domicilio.
- Potenciación de las nuevas tecnologías en el cuidado. Servicios de teleasistencia, utilización de aplicaciones móviles, supervisión por Internet o adaptaciones domóticas para personas con limitación de su autonomía, pero con capacidad para el autocuidado en su hogar.
- Eliminación de las barreras de acceso a los servicios de cuidado. Se debe garantizar que estos servicios sean accesibles a las personas mayores, estableciendo políticas de transparencia en los protocolos de acceso.
- Creación de plazas residenciales. España cuenta en la actualidad con una dotación de camas residenciales del 4,4% por cada 100 personas mayores de 64, si bien la recomendación de la Organización Mundial de la Salud es del 5%. Según la previsión de PwC en Radiografía del sector de las residencias para la tercera edad en España, el déficit español de plazas residenciales en 2020 era de 66.000 y de 785.000 para 2050. Para corregir este déficit sería necesario construir unas 180 nuevas residencias cada año.
5. Combatir la soledad con nuevos modelos residenciales
El 40% de los mayores españoles se sienten solos, lo que ubica el aislamiento como otro de los problemas a abordar en el plan de cuidado de una sociedad longeva.
En la actualidad el 95,8% del colectivo vive en sus casas y tan solo el 4,2% de los mayores de 64 años lo hace en residencias. El reto es crear unos nuevos modelos de vivienda comunitaria accesible a las personas mayores que así lo deseen.
- Potenciación de nuevos modelos de vivienda. Complejos y urbanizaciones con servicios comunes y viviendas adaptadas a las necesidades del mayor válido o con bajo nivel de dependencia, que mejoren sus condiciones de vida mientras no requiera de una asistencia permanente. Se trata de crear unidades de convivencia con entornos más hogareños y personalizados, que incluso pueden incluir diferentes figuras de tutelaje para retrasar el acceso a la residencia asistida.
6. Cuidar de las personas que cuidan
Como último apartado, es importante la atención de la figura del cuidador, empezando por impulsar una mayor incorporación del hombre en unas tareas que en la actualidad asumen mayoritariamente las mujeres.
- Fomentar la formación en cuidados.
- Incorporar planes de ‘respiro y apoyo a las personas cuidadoras’.
- Ofrecer asistencia psicológica.
- Promover la cultura del cuidado en todas las generaciones (no solo de los hijos, también de nietos, sobrinos, etc).
- Prestigiar la figura social del cuidador.