Definir qué es la espiritualidad y qué es la religiosidad es una de las tareas más complicadas que podríamos encontrarnos. No sólo por su propio significado sino por lo difícil que resulta también diferenciarlo. Son dos conceptos que en ocasiones se toman incluso como sinónimos mientras que lo que los enriquece es precisamente la diferencia real entre ellos y lo unidos que van al mismo tiempo.
Podemos definir religión como la creencia en un dios (o dioses) con un conjunto de normas de comportamiento, así como con un código ético que hay que seguir para mantener la relación con Él. Por otro lado, la espiritualidad es algo más personal, es la manera de entender el mundo por parte del individuo que se basa en el corazón.
En la religión encontramos un dogma determinado que aplica de forma común a todas las personas mientras que la espiritualidad pertenece a un ámbito más privado del individuo. Si bien la espiritualidad no es dependiente de ninguna religión, al tratarse de un aspecto íntimo de las personas no está conectado con un dogma, la religiosidad requiere de la reflexión profunda que la espiritualidad trae consigo.
El desarrollo espiritual, según el psicólogo Stanislav Grof (1995), es una capacidad innata al ser humano, que se va desarrollando evolutivamente. Por ello, la espiritualidad es natural a las personas. Esto es así porque el ser humano es consciente de sí mismo, y por ello se interroga por el sentido de la vida, se pregunta por el por qué y para qué de su vida y busca dar solución a estas cuestiones. El humanista Víctor Frankl defiende que todos los seres humanos buscan un sentido a su vida, ya que toda vida por adversa que sea tiene un sentido.
Pero ¿cuál es la importancia de ambos conceptos al final de la vida? Envejecer es algo más que la preparación hacia la muerte y degeneración del cuerpo humano. Es también una etapa de reflexión personal e introspección, en el que los conflictos no resueltos y éxitos en las etapas pasadas adquieren un gran papel protagonista. Y es que, lamentablemente, en esta introspección no todos están satisfechos con su historia.
Al llegar al final de su vida, miles de personas reconocen arrepentirse de las cosas que no hicieron, o temen encontrar la muerte sin haber cerrado asuntos pendientes: reconciliarse con un ser querido, declararse a un antiguo amor o simplemente disfrutar más de las pequeñas cosas de la vida diaria.
Y es precisamente la creencia de lo que vendrá después lo que llena de esperanza a todos aquellos adultos mayores que no ven la muerte como el final, sino que creen en la existencia de un más allá, una supervivencia o reencarnación. Son ellos los que tienen espiritualidad.
Por otro lado, revisando la literatura de las actitudes de los adultos mayores ante el final de la vida, el reconocido autor Juan Vilches (2000) destaca que ésta se relaciona con el miedo y el sufrimiento ante la propia muerte, y por otro lado, la mayor preocupación ante el sufrimiento de sus seres queridos y no poder acompañarles en el mismo.
Y es precisamente donde la espiritualidad juega un rol fundamental en el afrontamiento de la muerte y todas las emociones negativas alrededor de ella. La tesis de Rivarola (2016) revela que hay una relación inversa entre la espiritualidad y el propio miedo al final de la vida, ya que la espiritualidad ofrece la posibilidad de trascender y de dar significado a la existencia. Defiende que, al tener una existencia con objetivos, el ser humano se siente más que la suma de sus partes. El ser humano espiritual afronta la muerte con paz, con el deseo de reconciliarse con las personas, pudiendo (en el caso de ser religioso) pidiendo perdón a Dios, y a las personas que haya podido hacer algún daño.
Pero la espiritualidad sirve también para sobrellevar el duelo por el fallecimiento de un ser querido. La confianza de saber que se encuentra en un lugar mejor es reconfortante y tranquilizador.
Además, gozar de una espiritualidad en las que crees en un Dios benevolente (y no castigador) también tienen un efecto positivo en la conservación de la propia salud. Esto es debido a que las personas espirituales agregan un elemento de control a su mundo interno, lo que les genera mayores niveles de bienestar.
En primer lugar, las personas con espiritualidad tienen una mayor longevidad de vida, así como una mejor calidad de vida al final de la misma, como ha demostrado el estudio de Martín de Bustamante (2015) de la Universidad de Comillas. La espiritualidad influye de manera positiva en el sentido de bienestar del individuo enfermo. El estudio muestra también la importancia de la espiritualidad en la calidad de vida de pacientes terminales, y cómo la misma puede mejorar el momento del final de la vida si se cubren esas necesidades espirituales.
Por otro lado, los adultos mayores espirituales presentan menores niveles de estrés, miedo y ansiedad, así como mayores actitudes favorables ante la muerte. Así mismo, Pargament, Feuille y Burdzy (2011) demostraron que la espiritualidad se asocia con menores síntomas psicosomáticos.
Podemos concluir con que la espiritualidad funciona como un factor protector en cuanto al final de la vida para los adultos mayores, ya que desarrollan estrategias de afrontamiento más eficaces para sobrellevar el momento del final de la vida y todas las emociones que lo rodean. Y es que la espiritualidad aporta el sentido a la vida que comentábamos en el inicio.
Por último, es importante resaltar los cuidados que necesitan las personas en el final de la vida, entre los que destacamos el acompañamiento con un buen clima de sus seres queridos, el amor, la estima y el reconocimiento de sus logros en el transcurso de su vida, y las necesidades espirituales. Es fundamental cuidar y acompañar en el final de la vida no sólo de las necesidades de estima y sociales, sino también espirituales. Y es que el cuidado que damos a los familiares mayores y enfermos demuestran la categoría moral de la sociedad.
Actualmente, como resalta el artículo de López (2022) “Vivir un buen morir y el arte de acompañar” más del 80% de las personas que mueren en instituciones sanitarias se plantean interrogantes espirituales y se los dirigen al personal sanitario. Actualmente, el personal sanitario está mostrando un gran interés y sensibilidad a las cuestiones espirituales del final de la vida, así se demuestra en la participación de los mismos en jornadas y congresos y en el cuestionario realizado a profesionales sanitarios realizado por el SECPAL (Sociedad Española de Cuidados Paliativos).
Desde nuestra perspectiva, consideremos fundamental la formación en acompañamiento espiritual de los sanitarios que acompañan en el final de la vida, entendiendo los cuidados paliativos como parte integral de los modelos de cuidado de los pacientes, y dando la importancia que los mismos tienen, tratándolos con la misma atención y cuidado que el tratamiento para el dolor.
Bibliografía
- Grof C, Grof S. La tormentosa búsqueda del Ser: una guía para el crecimiento personal a través de la emergencia espiritual. Barcelona: La liebre de Marzo; 1995.
- Rivarola, Lina. (2016). Temor hacia la muerte, espiritualidad y florecimiento en adultos mayores de lima metropolitana. [Tesis para el título de Licenciada en Psicología con mención en Psicología Clínica, Pontificia Universidad Católica del Perú]. https://tesis.pucp.edu.pe/repositorio/handle/20.500.12404/7710
- Vilches, L. (2000). Concepciones, creencias y sentimientos acerca de la muerte en adultos mayores de nivel de educación superior. Revista de psicología de la Universidad de Chile, 9 (1).
- Martín de Bustamante, Paula. (2015). Religiosidad y calidad de vida en pacientes terminales. [Trabajo de fin de Máster, Universidad Pontificia de Comillas]. https://repositorio.comillas.edu/xmlui/handle/11531/1134
- Pargament, K., Feuille, M., & Burdzy, D. (2011). The Brief RCOPE: Current psychometric status of a short measure of religious coping. Religions, 2(1), 51-76.
- López, M.M. (2022, Diciembre). Vivir un buen morir y el arte de acompañar. Escuela de Pensamieno, Fundación Mutualidad Abogacía. https://www.escueladepensamiento.org/recursos/articulos/el-final-de-la-vida/vivir-un-buen-morir-y-el-arte-de-acompanar/