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¿El envejecimiento puede ser considerado una enfermedad?

Entre la sorpresa y la indignación, así reaccionó buena parte de la comunidad de gerontología y geriatría ante el frustrado intento de introducir la vejez en la última revisión del catálogo de enfermedades de la OMS: ¿podemos dar el debate por cerrado?
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Cambiar la imagen del envejecimiento es el principal reto para abordar el futuro de las personas mayores. Desterrar la idea de que es un colectivo pasivo, que recibe, pero no aporta nada positivo. Esta es la consigna en la que coincide una mayoría de quienes trabajan en favor de la persona mayor, y la razón por la que el anuncio de la OMS de incluir la vejez en su catálogo de enfermedades fue muy combatido.

Desde que el médico Galeno describiera la vejez en el siglo II como “un proceso natural” sentó cátedra universal, si bien a lo largo de los siglos ha sido matizada por los avances científicos. Buscando una definición más contemporánea, podemos apuntar: “Un proceso inherente a la vida humana, el cual constituye una experiencia única, heterogénea y su significado varía dependiendo de la connotación que cada cultura haga de él. Se entiende como un fenómeno multidimensional que involucra todas las dimensiones de la vida humana”, escriben las enfermeras Alejandra María Alvarado García y Ángela María Salazar Maya en Gerokomos (revista de la Sociedad Española de Enfermería Geriátrica y Gerontología, 2014).

Sin embargo, la voz de alarma llegó del frente más inesperado. Fue tras el anuncio de la Organización Mundial de la Salud (OMS) de catalogar la vejez como una enfermedad. Entonces, ¿vejez y enfermedad son sinónimos?

 

Vejez no es igual a enfermedad

La intención de incluir la vejez en la Clasificación Estadística Internacional de Enfermedades (CIE) destapó la caja de los truenos en el ecosistema médico de Geriatría y Gerontología.

Durante los trabajos preparatorios de su última versión, CIE-11, se utilizó la terminología ‘vejez’ y la categoría de ‘período geriátrico’ (inicial y final)  en el ciclo vital. En la práctica, implica una visión de la vejez desde la medicalización, y por tanto como una enfermedad a combatir. Aunque finalmente en su aprobación en febrero de 2022, no se introdujo la vejez como enfermedad, bastó este anuncio para incendiar la discusión científica.

Esa identificación de la vejez con la enfermedad choca con realidades como la de los miles de espectadores que al maestro Joaquín Achúcarro aplauden tras asistir a cualquiera de sus recitales en Japón o Nueva York: ¿pueden identificarle como un enfermo a sus 90 años de edad, cuando su virtuosismo sigue emocionando tanto como en 1946, cuando inició su ascenso al Olimpo musical mundial?

Margarita Salas seguía siendo un referente científico a los 80 años, y la actriz Jane Fonda fue arrestada en 2019 por su protesta en el Capitolio sobre el Cambio Climático en 2019, con 82 años se mostró como una activista más.

Aunque estos ejemplos escapan al razonamiento científico, ayudan a entender la indignación que la sola propuesta de la OMS despertó más allá de los investigadores.

 

Evolución del paradigma de la vejez en la OMS

En su artículo, La Organización Mundial de la Salud (OMS): Del envejecimiento saludable a la vejez como enfermedad. Desafíos para la Gerontología, de Graciela Zarebski (revista Igeremed del Instituto de Gerontología Médica) analiza “los vaivenes que podemos observar en las últimas décadas en la posición de la OMS respecto al envejecimiento”.

Según esta doctora en Psiquiatría y directora del Instituto Iberoamericano de Ciencias del Envejecimiento, en 2015 la OMS da un importante cambio al formular un nuevo marco para la acción de salud pública sobre envejecimiento. Ese año se evoluciona del paradigma ‘envejecimiento activo’ a ‘envejecimiento saludable’. Un concepto que definía como “el proceso de fomentar y mantener la capacidad funcional que permite el bienestar en la vejez”.

Según Zarebski, la definición ponía el acento “en una perspectiva funcional, desde el enfoque del curso de la vida”, que no es igual para todos. Así entre sus postulados de 2015, la OMS incluía conceptos como que “la pérdida de capacidad generalmente asociada con el envejecimiento, solo se relaciona vagamente con la edad cronológica de una persona”, o “aunque a la larga la mayoría de las personas mayores experimentarán múltiples problemas de salud, la edad avanzada no implica dependencia”.

La conclusión de esta visión era “optimista” para Zarebski: “Con las políticas y los servicios adecuados, el envejecimiento de la población puede verse como una buena y nueva oportunidad, tanto para las personas como para las sociedades”.

Sin embargo, tan solo dos años después, se produce una revisión del planteamiento. En 2017, la OMS publica Atención integrada para personas mayores: Directrices sobre intervenciones a nivel comunitario para gestionar la disminución de la capacidad intrínseca.

El nuevo planteamiento implica un “claro retroceso” para Zarebski, al entenderse que “la capacidad intrínseca y la capacidad funcional no permanecen constantes, sino que disminuyen con la edad como resultado de enfermedades subyacentes y el proceso de envejecimiento”.

Entrando en la década actual, a propuesta de la OMS, El decenio del envejecimiento saludable (2021-2030), se retoma el espíritu de 2015, sugiriendo que “estilos de vida saludables y entornos propicios durante la edad adulta ayudan a mantener las capacidades intrínsecas y minimizan el riesgo de declives tempranos, reduciendo la incidencia de enfermedades asociadas con descensos acelerados de las capacidades de las personas mayores”.

Obviando otros documentos publicados por la OMS (en cumplimiento de una necesaria concreción), llegamos a los trabajos preparatorios del CIE-11, origen de esa polémica identificación entre vejez y salud. En concreto sucede en el capítulo 21 del borrador del Manual de Clasificación Estadística Internacional de Enfermedades y Problemas Relacionados con la Salud (CIE-11).

En la redacción de este apartado dedicado a los ‘Síntomas, signos y hallazgos clínicos’, se sustituye la palabra senilidad y otros términos referidos a similares patologías por el genérico de vejez. Las voces discordantes no tardaron en hacerse oír:

“Al incluir como concepto único la ‘vejez’ estamos obviando la gran diversidad en el proceso de envejecer que existe entre individuos”, publicaba en un comunicado  de 25 de junio de 2021, la Sociedad Española de Medicina Geriátrica (SEMEG): “Nos planteamos si la inclusión de la ‘vejez’ en el sistema de clasificación CIE-11 realmente va a ayudar a dar peso al envejecimiento en las políticas de salud o, en cambio, va a favorecer a la discriminación por edad y la generalización y simplificación de una condición que es, por definición, diversa en cada individuo”.

Finalmente, calificaban de “desacierto” la inclusión de la vejez dentro del citado sistema CIE-11 de Síntomas: “Envejecer no es anormal: el envejecimiento es un proceso fisiológico en los seres vivos. ¿Existe alguna alternativa a envejecer?”, se preguntaban.

Esta y otras muchísimas declaraciones en la misma línea, especialmente combativas las llegadas desde organismos Iberoamericanos, frenaron la inclusión del término vejez en el CIE-11, que ha sido sustituido por el de “disminución de la capacidad intrínseca asociada con el envejecimiento”.

Pero la duda está en si el debate puede o no darse por cerrado. Como hemos visto, los vaivenes de la OMS en esta materia han sido pronunciados.

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