El reto llega de una sociedad que envejece, pero también la oportunidad. En 2050 más de 1,6 millones de españoles requerirán de cuidados prolongados a los que se dedicará un mínimo del 1,8% del PIB, pero esta demanda también abre oportunidades para la empresa y el empleo.
Según el principio 18 de los Derechos Sociales europeos, toda persona tiene derecho a “cuidados de larga duración asequibles y de buena calidad”, en particular a la asistencia a domicilio y a los servicios comunitarios. Pero el cumplimiento de este pilar del estado social europeo significa en la práctica un gran desafío: ¿cómo avanzar hacia una economía de los cuidados eficiente desde el punto de vista de la prestación a las personas dependientes, además de la sostenibilidad del modelo?.
Las cifras de un gran desafío
La estadística ayuda a hacerse idea del reto que se aborda. En 2019, un total de 806.963 personas con 65 años o más eran beneficiarias de las prestaciones del SAAD (Servicio para la Autonomía y Atención a la Dependencia), lo que representa el 72% sobre el conjunto de los beneficiarios. Para 2050 esta cifra podría duplicarse hasta los 1,6 millones, como contempla el documento España 2050, Fundamentos y propuestas para una estrategia nacional de largo plazo, presentado por Presidencia del Gobierno español en 2021.
La foto fija sobre los recursos es igualmente reveladora. España dedica el 0,8% del PIB a los cuidados de larga duración, cifra que contrasta con la media del 1,5% sobre el PIB de los países de la OCDE.
Las previsiones gubernamentales apuntan a que para 2050 ese gasto deberá ser del 1,8% del PIB. Pero el cálculo de necesidades en la transición hacia un modelo de cuidados profesionalizado requeriría de una asignación de recursos PIB del 2,2%, y del 3% para converger en costes y coberturas con otros países de la UE.
Todo ello teniendo en cuenta que la esperanza de vida española es de 83 años de edad, la tercera más alta del mundo, tan solo por detrás de Suiza y Japón. Una esperanza de vida que se espera avance en más de tres años en las próximas tres décadas, provocando un fuerte envejecimiento de la pirámide demográfica.
Para 2050, uno de cada tres españoles tendrá 65 años o más, “y por cada persona en esta franja de edad habrá solo 1,7 personas en edad de trabajar (hoy son 3,4). Ni las posibles mejoras en la tasa de natalidad, ni un incremento de la inmigración podrán revertir completamente este escenario”, se explica en España 2050.
Y aquí llega el gran desafío para la sostenibilidad del estado de bienestar. Las previsiones gubernamentales apuntan a un aumento de 5 puntos del PIB para atender el gasto público en pensiones y de más de un punto para las ayudas a la dependencia.
Un desafio que abre grandes posibilidades
La solución pasa por una estrecha colaboración público privada. La longevidad obliga a replantear el modelo sociosanitario público y abre grandes posibilidades a la iniciativa privada, pero también a un importante cambio en la mentalidad social.
Se da por hecho que las personas en edades avanzadas tendrán una creciente participación activa en la vida económica y social. En la práctica esto implica la creación de nuevos puestos de trabajo adaptados a las capacidades y habilidades de los seniors, de modo que se facilite la compatibilización de la pensión con la actividad laboral.
De nuevo, los datos ayudan a clarificar el desafío; si España es capaz de equiparar su tasa de actividad de los mayores de 55 años a la de Suecia o Dinamarca, ganaría 1,6 millones de personas activas en 2050, mejorando el bienestar de cientos de miles de familias y contribuyendo a consolidar un modelo de economía de los cuidados.
Gráfico: Tasa de actividad en España por grupos de edad y género, 2019
Fuente: España 2050, Fundamentos y propuestas para una estrategia nacional de largo plazo.
Y es de esta economía de los cuidados, de la que nace el otro vector de la ecuación. La implementación de este modelo significa en la práctica la creación de nuevos empleos y empresas llamados a tener cada vez un mayor peso en el modelo económico.
Cobertura de cuidados de larga duración
Una implantación real de la economía de los cuidados pasa por un cambio en la actual estructura de los de larga duración derivados de una mayor longevidad. En España, como en la mayoría de los países de su entorno, las necesidades derivadas de la dependencia de las personas mayores se cubren por un modelo híbrido entre la familia, el sector público y privado, pero con un porcentaje de participación muy desequilibrado.
Los llamados cuidados informales, los prestados por la familia, cubren el 57% de las personas con dependencia mayores de 65 años. Este porcentaje es del 14% en los Países Bajos o el 24% en Francia.
Gráfico: Formas de cuidados de larga duración a personas mayores de 65 años (% de los casos)
Fuente: España 2050, Fundamentos y propuestas para una estrategia nacional de largo plazo.
En España son además mayoritariamente las mujeres con vínculos familiares, las que asumen esta labor de cuidado con escaso apoyo y reconocimiento social. Situación justamente contraria al valor de la labor prestada: “Muy superior al actual gasto público en cuidados de larga duración”, según Long-Term Care Across Europe and the United States: The Role of Informal and Formal Care (2019).
Por su parte, los cuidados formales continúan siendo muy minoritarios en España, del 8% frente al 17% de Países Bajos. Sin embargo, se reconoce su gran crecimiento en los últimos años, tanto impulsados por el fortalecimiento de las medidas gubernamentales (Ley de Dependencia) como por la contratación de servicios por parte de las familias. Si se compara su grado de profesionalización también es escaso, muy probablemente ligado a la precariedad laboral del sector.
En cuanto a la atención en residencias y centros de asistencia, el porcentaje es igualmente inferior, del 8% español, frente al 42% del ya citado Países Bajos o del 14% de la vecina Francia.
Una oportunidad para la empresa y el empleo
En ese contexto, España se enfrenta a los desafíos asociados de adaptar su sociedad a la nueva realidad demográfica y en particular, a la dependencia ligada a la longevidad. Un reto del que deben surgir oportunidades. Y estas oportunidades aluden a una nueva economía del cuidado. Por un lado, fomentada por el ya señalado aumento de la asignación estatal de recursos, que podría mover en 2050 del 1,8% al 3% del PIB, en ayudas más generalizadas y nuevas coberturas que requerirán de profesionales.
Por otro lado, nace una gran oportunidad para la creación de empresas y empleo, que incluso podrán operar más allá de la población nacional. Afirmación que se apoya en la preferencia que España merece como uno de los mejores destinos del mundo para residir tras la jubilación, por ejemplo según indica Best Countries for a Comfortable Retirement (US News & World Report).
“Nuestro país podría convertirse en un referente europeo y mundial en la prestación de servicios a personas mayores y generar en torno a ella una actividad económica notable, que vendría a sumarse a los beneficios reportados por la llamada silver economy en sectores como la movilidad, el ocio, la educación o la vivienda”, se explica en el informe de Presidencia del Gobierno.
Hacia un nuevo modelo de cuidados de larga duración
El hecho es que de aquí a 2050, nuestro país debe adaptar sus estructuras sociales, económicas y laborales a una sociedad más longeva. El esfuerzo debe implicar mejorar la empleabilidad del joven, incrementar las tasas de actividad de los mayores de 55 años, reformar el sistema de pensiones para lograr la sostenibilidad financiera, adecuar el sistema sanitario y ampliar enormemente el sistema de cuidados.
Poniendo el foco en el sistema de cuidados, las transformaciones apuntan a diferentes frentes:
De la residencia institucional a la residencia hogar
La pandemia del coronavirus ha destapado el gran margen de mejora que ofrece el modelo de atención en residencias, obligando a repensar la estrategia desde todos sus parámetros.
España necesita crear unas 70.000 plazas para cubrir la demanda de 2022 y acercarse a los parámetros que recomienda la OMS, en cálculos de la Asociación Estatal de Directoras y Gerentes en Servicios Sociales. Pero para esta organización de referencia en el sector, las mejoras no son solo cuantitativas, las nuevas residencias deben convertirse en verdaderos hogares del mayor, lo que implica ofrecer habitaciones individuales, unidades de convivencia pequeñas, proximidad al vecindario habitual y accesibilidad para las familias.
Este paso de la residencia institucional a la residencia hogar se producirá en paralelo a la consolidación de otros modelos hoy en ciernes. La cohabitación apuesta por un modelo de asistencia compartida sin la necesidad de lazos familiares, el senior cohousing incluye propuestas como viviendas colaborativas intergeneracionales o cooperativas de mayores autogestionadas.
Cuidados informales profesionalizados
Otro gran cambio debe llegar desde el formato de cuidado informal, que en las próximas décadas abordará un profundo proceso de profesionalización.
Por un lado, el sistema debe proveer de conocimiento y recursos al cuidador familiar a través de la formación. Figura en la que el hombre irá tomando un papel mucho más activo, e incluso se producirá intercambio y solapamiento de roles de un cuidador a otro en las primeras etapas de la vejez compartida en pareja, según el mencionado documento España 2050.
Además se pone el acento en la necesidad de volcar recursos en el cuidador, que será objeto de una atención y servicios específicos. Su formación, nuevos servicios de ‘respiro y apoyo’ y el apoyo psicológico, necesitarán de recursos adecuados.
Profesionalización de la figura del cuidador
Pero sobre todo se debe avanzar en la gradual sustitución de la familia de la persona dependiente por personal especializado. Se demanda una estrategia nacional de formación en materia de cuidados de larga duración.
Envejecimiento en casa
Hay un consenso entre los expertos sobre la necesidad de potenciar un formato de cuidado que permita permanecer al mayor en su propio domicilio durante todo el tiempo posible.
Este requerimiento implica el reforzamiento de la red de centros de día, la teleasistencia, el servicio de ayuda a domicilio y toda una serie de productos y servicios encaminados a prolongar la autonomía en su casa. Y es que la asistencia a la persona dependiente también requerirá de un fuerte componente de innovación e investigación y desarrollo.