Por un lado, el hecho de no poder salir de casa y, por otro, las dificultades para conectarse no solo con sus seres queridos, sino también a la hora de realizar las gestiones oportunas con sus proveedores de servicios: desde su banco o su distribuidor energético, hasta trámites relacionados, por ejemplo, con la justicia. Y todo ello, como consecuencia de lo poco o nada familiarizados que se encuentran con el uso de las nuevas tecnologías.
Unas tecnologías que, según apunta un informe de la Universidad CEU San Pablo, contribuyen a un envejecimiento activo y empoderan a las personas mayores, ya que favorecen su vida social, evitando así el aislamiento. Permiten, además, tener al alcance de la mano trámites, gestiones y servicios y fomentar la participación de estas personas en la vida púbica, lo que sin duda tiene efectos beneficiosos sobre su autoestima. En consecuencia, el establecimiento de políticas para su alfabetización digital, es vital tanto para ellos como para su entorno.
De hecho, según datos de Eurostat, casi la mitad de las personas entre 65 y 74 años que utilizan Internet cuentan con habilidades digitales bajas, lo que provoca que no puedan aprovechar los beneficios que brindan los avances en la digitalización. Las estadísticas nos revelan también que un 69,3% de las personas de entre 75 y 84 años no ha entrado nunca a Internet, una cifra que asciende al 87,8% en los mayores de 85 años. Es evidente pues, que la brecha digital existente en España se ensaña especialmente con nuestros mayores, lo que ha provocado en las circunstancias actuales la necesidad de ponerse al día muy rápido.
Además, según las conclusiones del Proyecto Seacw sobre el envejecimiento activo, capacitación y bienestar, el utilizar con soltura las nuevas tecnologías de la información, como Internet, será una causa más de exclusión en los países de la Unión Europea, especialmente entre las personas mayores de 65 años. Más aún, cuando se estima que para el año 2050 el número de personas de esa edad, doble al de menores de 15 años, por primera vez en la historia del continente europeo.
Una exclusión que ponía de manifiesto la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía cuando presentaba una queja ante el Defensor del Pueblo Andaluz el pasado mes de mayo para poner en conocimiento «una nueva causa de exclusión social generada por el estado de alarma y la brecha digital», algo que «está afectando de forma muy evidente a las personas mayores».
En un comunicado, la asociación se mostraba «especialmente preocupada tras detectar numerosas incidencias y una especial dificultad» de las personas mayores para cobrar sus pensiones en sus sucursales bancarias porque, «aun habiendo personal en la oficina, no atienden al público y la única opción disponible es vía online».
¿Y cómo conseguimos salvar esta flagrante brecha digital? La clave está en hacer que las personas mayores se sientan más integradas en la sociedad, participando activamente a través de la red. Por ejemplo, con aplicaciones para móvil específicas, potenciando el uso de las redes sociales e incentivando proyectos de alfabetización digital de las personas de la tercera edad. Programas como el de la Fundación ‘la Caixa’ y Canal Senior en beneficio de la ‘e-inclusión’ son también ejemplos de buenas prácticas en este sentido. Pero también, es imperativo la implantación de políticas públicas que promuevan y faciliten el acceso de los medios digitales en los arriba citados trámites y gestiones.
En conclusión, sobre las limitaciones que puedan experimentar las personas mayores para con el uso de las TIC, debe prevalecer el interés que muestran por estar al día en esta sociedad de la información.