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Atención en la soledad y cuidado entre iguales: dos retos pendientes para envejecer en igualdad

Garantizar un envejecimiento igualitario pasa por atender el envejecimiento en soledad y el de las personas cuyo cuidador principal es otra persona mayor: ¿cómo avanzamos?.
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La población mayor vive situaciones muy diversas y es obligación de una sociedad responsable garantizar un trato igualitario en su atención y cuidados. Un reto que sobre todo se ve amenazado por dos realidades: el aumento de personas mayores que viven solas y los cuidados entre iguales, cuando es una persona mayor la también responsable de la atención de otra persona, una situación que sobre todo viven las mujeres.

Así lo identifica el Indicador de calidad de vida digna de las personas mayores – consideraciones de géneropublicado por la Cátedra Economía del Envejecimiento de Fundación Mutualidad Abogacía. En su foto fija de situación, habla de realidades como las que vive una Europa donde hay un 18% más de mujeres mayores que afrontan su envejecimiento en soledad.

Fundación Mutualidad de la Abogacía suma un tercer agente discriminatorio que sobre todo afecta a las mujeres: seis de cada diez cuidadores de dependientes en Europa son mujeres, mujeres, según Study on exploring the incidence and costs of informal long-term care in the EU (Estudio sobre la incidencia y los costes de los cuidados informales de larga duración en la UE). Un desequilibro más notable en España, donde entre el 25 y el 30% de las mujeres de 45 a 64 años prestan cuidados informales, frente a entre el 10 y el 15% de los hombres en el mismo rango de edad. Se trata de unas mujeres que encontrarán dificultades para el reenganche laboral después de asumir esta tarea como cuidadoras, generando el caldo de cultivo para un nuevo modelo de discriminación futura.

 

Envejecer en soledad

En España había poco más de cinco millones de personas viviendo solas en 2021, según el último Censo de Población y Viviendas del INE, el 19,3% más que diez años antes. También según datos del INE, 1,7 millones de personas con 65 años o más viven solas, lo que ha supuesto un aumento del 25,8% en una década. Las cifras ayudan a visualizar la magnitud del desafío para un sistema de atención y cuidados obligado a llegar a esos domicilios, donde una mayoría de estas personas quiere envejecer.

En este escenario hay que distinguir tres realidades muy diferentes. La primera es la de esas personas que viven su soledad de manera positiva manteniendo su independencia. En segundo lugar, están las personas mayores que sufren de soledad no deseada y, al margen de esta condición, las que tienen problemas de dependencia, en mayor o menor grado no pueden cubrir sus necesidades más básicas, que sería el tercer perfil.

Seis claves para el autocuidado

El autocuidado es la medida esencial para los tres grupos de población que envejecen en soledad. Entre las decisiones que deben tomar para lograr estabilidad en sus vidas están:

  • Cuidar de su salud. Mantenerse saludable es la primera y más obvia. Incluye alimentarse de forma correcta a su estado de salud, hacer ejercicio de forma regular en función de su capacidad, controlar la presión arterial, el azúcar en sangre y buscar opinión médica frente al dolor.
  • Crear un grupo de asistencia profesional. El sanitario es el más esencial, principalmente cubierto por la sanidad pública o privada. Pero también hay que buscar opciones profesionales para otro tipo de cuidados: el consejo farmacéutico, el físico haciendo actividad deportiva, el cuidado de la imagen con profesionales de la peluquería y belleza, el psicológico, etc.
  • Buscar recursos útiles. Se trata de seleccionar servicios que ayuden a cubrir las necesidades más importantes. Incluyen el control de finanzas personales, la limpieza y mantenimiento del hogar en buenas condiciones, la alimentación, etc. Cada persona debe seleccionarlos en función de sus necesidades, y aquí la información es básica, acudiendo a los servicios sociales de la comunidad autónoma para informarse de posibles soluciones públicas o seleccionándolos entre la oferta privada, por ejemplo, servicios de entrega semanal de comida casera a domicilio.
  • Utilizar las nuevas tecnologías. Grandes aliadas de quién vive solo para cubrir un amplio rango de necesidades. Las tecnologías son de gran utilidad para mantener una vida social activa, para el cuidado de la salud (telemedicina), para prevenir y detectar posibles caídas en casa o, incluso, para manejar algunas enfermedades como la diabetes.
  • Socializar. Mantenerse en contacto con la familia y amigos es clave para envejecer en salud. Como ya se ha señalado, aspecto en el que las nuevas tecnologías son esenciales con herramientas como WhatsApp, videoconferencias y, por supuesto, el teléfono y las redes sociales. Los robots mascota para sentirse más acompañado son ya una realidad, pero ninguna de estas alternativas debe sustituir por completo los encuentros cara a cara.
  • Prepararse para el futuro. Disfrutar del presente no debe ser óbice para prepararse ante situaciones futuras. La persona mayor que vive sola debe tener presente que su situación personal puede cambiar, por lo que debe pensar en adaptar su vivienda a dificultades como la movilidad reducida o planear ir a vivir en un entorno de cuidado profesional (una residencia) o nuevos modelos de convivencia (sénior cohousing asistido).

 

Combatir la soledad no deseada
Hay personas mayores que viven su soledad como un grave problema, con independencia de estar en plenas facultades mentales y físicas. Mantener activas las redes familiares y de amistad es la primera medida preventiva, que se puede compaginar con otros recursos como compartir actividades con otras personas (clubes deportivos, de lectura, otros cursos y formación, etc). En España también existe una amplia red de centros de día municipales y privados donde combatir esa soledad.

Cruz Roja cuenta con el programa Te acompaña, que ofrece a quien sufre la soledad una atención personalizada “Confidencial y gratuita” de 10:00 a 18:00 horas. Sus canales son el teléfono 900 444 111, webchat, e-mail teacompana@cruzroja.es o las redes sociales de XFacebook e Instagram.

La solidaridad intergeneracional es otra de las medidas que, desde las administraciones, diferentes organizaciones y empresas sociales, se contempla para paliar el problema. Crecen iniciativas que promueven la ocupación de una de las habitaciones vacías en la vivienda de la persona mayor por parte de un joven, mayormente estudiante. Ejemplo de estas iniciativas es la empresa vasca Kuvu, que gestiona alquileres de habitaciones en condiciones ventajosas para ambas partes. Diferentes universidades y ONGs como Solidarios, con su programa Convive trabajan en esta línea.

Otras iniciativas privadas como Adopta un Abuelo o Supernieto, alientan el contacto intergeneracional con unos voluntarios cuya presencia acompaña, ayuda con la tecnología y aporta independencia en su día a día.

Red de cuidados para envejecer en soledad
La Ley de Dependencia es la herramienta más completa con la que se ha dotado la sociedad española, para enfrentar retos como el del envejecimiento en domicilio propio de personas que viven solas.

Contempla cinco tipos de servicios:

  • Prevención de las situaciones de dependencia y promoción de la autonomía personal. Alude a programas específicos como rehabilitación tras una cirugía.
  • Teleasistencia. Este programa contempla una asistencia urgente a través de pulsadores de emergencia para los ancianos que viven solos, generando seguridad y una asistencia profesional.
  • Ayuda a domicilio. Desde servicios del hogar hasta cuidados personales, que incluyen atención para las actividades diarias, así como ayudas para la higiene, alimentación, etc.
  • Centro de día y de noche.
  • Residencia a tiempo completo.

 

Sin embargo, aún queda mucho recorrido para que esta asistencia a las personas que envejecen en soledad sea realmente efectiva. El Plan España 2050 reflexiona sobre la necesidad de evolucionar el sistema de atención sociosanitaria, hacia un modelo más capaz para ofrecer cuidados de larga duración de calidad, también en el domicilio propio.

Un objetivo que requiere de mayores recursos financieros (un aumento del 7% del PIB en gasto sanitario para la próxima década), de la formación de personal sociosanitario específico y de la preparación de los cuidadores no profesionalizados, familiares y voluntarios, entre otras medidas.

 

Cuidados entre iguales: un reto por resolver

Se ha identificado como una situación cada vez más frecuente, y con tendencia al crecimiento, la existencia de hogares donde una persona mayor es la cuidadora principal de otra persona mayor, normalmente su pareja. Una consecuencia derivada de una de las mayores conquistas sociales, como es la alta longevidad de la sociedad española.

Se trata de un tema delicado, ya que, a la sobrecarga de trabajo y la presión habitual en el cuidador personal, se suma su avanzada edad: se calcula que el 80% de las personas que cuidan a un enfermo de alzhéimer experimentan altos niveles de estrés y cerca de la mitad, depresión.

Son supuestos en donde estas labores las asume el miembro de la pareja en mejores condiciones de salud, normalmente “una mujer entre 70 y 80 años de edad, de frágil salud y escasa capacidad para adaptarse a los cambios que la situación le irá demandando progresivamente”, según describe la doctora en Farmacia Adela-Emilia Gómez Ayala, en Envejecimiento poblacional y síndrome del cuidador.

De nuevo el autocuidado, la red de voluntariado de organizaciones y empresas sociales y, sobre todo, la Ley de Dependencia y el sistema residencial, se convierten en las principales herramientas para asistir a este colectivo especialmente vulnerable. Sin embargo, hay muchos huecos por cubrir para respetar el deseo de muchas de estas parejas de permanecer juntas.

Aunque cada vez el sistema es más consciente de la importancia de cuidar al cuidador, los expertos exploran soluciones más imaginativas para atender una demanda social nueva que requiere de bidireccionalidad en la atención.

La asistencia domiciliaria y los servicios de teleasistencia (por ejemplo, para recordar y supervisar la toma de medicamentos) son aquí las medidas a potenciar en un camino de largo recorrido para articular unas soluciones efectivas y sostenibles.

 

Cuidadoras invisibles

Cuando se conectan las luces largas del foco de análisis del envejecimiento en igualdad es posible detectar otra situación discriminatoria. En este caso una situación aún no suficientemente visibilizada que habla de las mujeres de 45 a 64 años, las más propensas a dejar de trabajar para poder llevar a cabo las tareas de atención al familiar que lo necesita.

En concreto, el 5,6% de las cuidadoras informales abandonó su empleo, según el anteriormente citado informe de la Comisión Europea. Según datos de la EPA (Encuesta de Personas Activas) ,743.500 mujeres dejaron de trabajar en España en 2022 para asumir el cuidado de familiares dependientes mayores de 15 años, frente a los 317.400 varones que tomaron la misma decisión. A este cómputo también hay que sumar al colectivo de mujeres que abandona la búsqueda de empleo por esta misma razón.

Una vez finalizada la misión del cuidado, estas mujeres encuentran serias dificultades para reingresar en el mercado laboral. Las razones son variadas, pero destacan la falta de formación para las nuevas demandas del mercado y el indudable sesgo edadista que una mayoría incluye en sus procesos de selección.

Tomar consciencia de esta situación es el primer paso para trabajar en su solución. Un camino en el que es el sistema de asistencial de cuidados de larga duración, aún en construcción, debe trabajar en esta variable para ofrecer soluciones flexibles que ayuden a cubrir a las familias en el cuidado de sus mayores garantizando la conciliación con su carrera laboral y profesional.

 

 

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