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Interminables pasillos que conectan una unidad sanitaria del hospital con otra, autobuses de difícil acceso, puertas por las que a duras penas entra una silla de ruedas motorizada, nuevas estaciones de trenes ubicadas en zonas prácticamente deshabitadas, colas interminables en los servicios públicos… Lo que resulta un enojoso inconveniente para una inmensa mayoría de ciudadanos, es una barrera insalvable para muchas personas mayores.
“Valorar el nivel y la calidad de las infraestructuras en función del peso que la población mayor tiene en cada hábitat poblacional, con especial atención a las zonas rurales”. En su recomendación novena el Indicador de Calidad de Vida Digna y Sostenible de la Vejez, de Fundación Mutualidad Abogacía y la Universidad de Barcelona, pone el énfasis en una de las necesidades más silenciadas para la plena integración social de las personas mayores.
La buena noticia es que el reto ha llegado a la agenda política y social. Así lo demuestra iniciativas y movimientos como:
La teoría sienta las bases, pero el cambio solo se alcanza con su puesta en práctica. La ciudad, sus viviendas e infraestructuras, deben evolucionar dejando de ser diseñadas para un ciudadano medio (que podríamos definir como joven sin temor a equivocarnos) para servir a un ciudadano que evoluciona a lo largo de su vida.
Este concepto incluye a la persona mayor, pero entendida como colectivo heterogéneo con diferentes condiciones y necesidades.
Pero al margen de las grandes teorías y los planes país que de un modo directo o indirecto pueden atender a la demanda que Fundación Mutualidad Abogacía recoge en su Indicador de Calidad de Vida Digna y Sostenible de la Vejez, hay innumerables microactuaciones que ya pueden contribuir al objetivo.
Para entender mejor el impacto de esos pequeños cambios que las tres Administraciones Públicas deberían tener presentes para avanzar sin demora, nada como identificar unos ejemplos:
Accesibilidad universal en la vivienda. Solo en Madrid hay 43.000 edificios de más de tres plantas sin ascensor según recoge la Federación Empresarial Española de Ascensores. Adaptar todos los accesos hasta el ascensor a cota cero.
Accesibilidad universal en los servicios públicos. Poniendo especial atención en los centros de salud de todo tipo, centros sociales e infraestructuras deportivas y culturales. Universalizar la dotación de rampas de acceso.
Facilitar la movilidad urbana. Semáforos cuya fase de peatón permita cruzar la vía a una persona mayor con movilidad reducida y con indicación de tiempo. Instalación de señales acústicas de paso. Ampliación de las zonas peatonales. Pacificación del tráfico rodado. Mantenimiento óptimo de la pavimentación de las calles, con eliminación de los rebajes de las aceras y cubrimiento de los alcorques no plantados. Mejora de la señalética. Eliminación de mobiliario urbano sin utilidad….
Transporte adaptado. Con medidas como la revisión de las líneas de autobuses para que facilite la conexión entre los barrios y sus hospitales de referencia. Ubicación de paradas de autobuses en los alrededores de los centros de mayores. Promoción de la educación ciudadana, ahondando en el respeto de los asientos reservados a personas con movilidad reducida y aumentando su número.
Promover la socialización. Aumentar la dotación de bancos en el espacio público primando la ergonomía sobre la estética. Creación de áreas de socialización para la persona mayores, tanto en el exterior (zonas de gimnasia adaptada y juegos en parques y plazas, por ejemplo) como en centros cívicos. Programa actividades y eventos que favorezcan la convivencia intergeneracional.