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La intergeneracionalidad ha crecido en relevancia en las últimas décadas y su conceptualización incorpora múltiples dimensiones desde diferentes perspectivas y enfoques. Para integrarla en nuestro marco de atención tenemos en cuenta diversas aproximaciones, entre las que se destacan:
Por una parte, tal y como desarrollan Sánchez Martínez, Pinazo-Hernandis y Olavarría Ramos en la Guía para la intergeneracionalidad (CENIE, 2023), la creación de interlocución entre generaciones, que no solamente se desarrollan dentro de la familia, sino que se amplían al ámbito educativo y comunitario, y que además no se refiere a una mera convivencia.
Así también, se complementa poniendo en valor la participación activa en esas interlocuciones, poniendo el foco en las capacidades y teniendo en cuenta que mediante la participación en la comunidad se promueve el envejecimiento activo (Villa Moral Jiménez, 2016), y en la creación de relaciones significativas que vayan más allá de la mera participación en acciones con personas de edades diferentes y logren respeto y beneficios mutuos (Hatton-Yeo & Ohsako, 2001).
Además, tenemos en cuenta en esas relaciones de reciprocidad, la solidaridad y el aprendizaje vinculados a la intergeneracionalidad. La solidaridad se ha establecido como principio fundamental para construir sociedades inclusivas y sostenibles en el marco de Naciones Unidas (Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de las Naciones Unidas, 2007). En cuanto al aprendizaje, apoyándonos en diversos estudios que forman parte del Informe Mundial sobre el Edadismo, la OMS lo establece como una de las tres estrategias efectivas para reducir el edadismo (Organización Mundial de la Salud, 2021).
Finalmente, es importante destacar el potencial de la intergeneracionalidad para contribuir a la solución de problemas sociales. Esta capacidad se fundamenta en el impulso y enriquecimiento de los procesos de desarrollo humano, que se fortalecen cuando logramos conectar saberes provenientes de distintas generaciones. Al fomentar el uso compartido de experiencias, se genera un valor añadido que enriquece tanto a las personas como a las comunidades (Canedo García & García Sánchez, 2015).
Por todo ello, para Cruz Roja la intergeneracionalidad se convierte en un instrumento de vital importancia en la intervención que realizamos, centrada en la persona y en cómo impacta en su bienestar y calidad de vida la interacción con su entorno, por el valor añadido que aporta en la construcción de sociedades más inclusivas desde sus cimientos.
Las relaciones intergeneracionales favorecen un aprendizaje bidireccional basado en el intercambio de saberes, habilidades y experiencias. Los jóvenes pueden enriquecerse con la sabiduría y trayectoria vital de los mayores, mientras que estos encuentran en las nuevas generaciones creatividad, dinamismo y dominio tecnológico, lo que fortalece tanto los procesos educativos formales como los informales (Alpízar Jiménez, 2019).
Además de su aporte pedagógico, la interacción entre generaciones contribuye a mejorar la salud mental y emocional. El contacto frecuente con personas jóvenes ayuda a reducir la soledad en los mayores, aumenta su autoestima y refuerza la percepción de utilidad social, favoreciendo así la disminución del aislamiento (Revista Reflexiones, 2019).
De igual manera, la convivencia intergeneracional promueve valores como la empatía, el respeto y la comprensión mutua. Al derribar estereotipos vinculados a la edad, se propicia una sociedad menos fragmentada, basada en la solidaridad y el fortalecimiento del tejido social, lo que incrementa el sentido de pertenencia tanto en jóvenes como en adultos mayores (Comité de ONG sobre el Envejecimiento, 2012).
Otro beneficio esencial es la preservación del patrimonio cultural. Los mayores transmiten tradiciones, valores y narrativas que refuerzan la identidad colectiva, asegurando la continuidad histórica y fortaleciendo la memoria social compartida.
Asimismo, este enfoque impulsa el desarrollo personal y emocional en todas las edades, ya que promueve la autoestima, el bienestar y la adquisición de habilidades como la comunicación, la escucha activa y la colaboración (Revista Tabula Rasa, 2012).
En el ámbito comunitario, la intergeneracionalidad se convierte en motor de innovación social. La diversidad de perspectivas facilita la creación de soluciones creativas a los problemas colectivos y fomenta iniciativas de emprendimiento social con impacto positivo en la comunidad.
Finalmente, las actividades intergeneracionales también repercuten en la salud física y mental. Reconocen a las personas mayores como agentes activos y esenciales en la transformación social, destacando especialmente el papel de las mujeres en la construcción de comunidades más igualitarias y cohesionadas (Revista Española de Geriatría y Gerontología, 2024).
El abordaje intergeneracional en la intervención social constituye una estrategia valiosa para fomentar la cohesión social, el aprendizaje mutuo y la solidaridad entre generaciones. No obstante, a pesar de sus beneficios, enfrenta múltiples retos que limitan su implementación efectiva.
En primer lugar, persiste la falsa creencia de que cualquier actividad en la que participan personas de diferentes edades es automáticamente intergeneracional. En realidad, este enfoque exige relaciones horizontales, donde los saberes y mensajes circulen en ambas direcciones sin reproducir jerarquías que refuercen desigualdades. (CENIE, s. f.).
Un desafío clave es la presencia de estereotipos y prejuicios generacionales que alimentan la brecha entre grupos de edad. Mientras las personas mayores suelen ser percibidas como obsoletas o resistentes al cambio, las generaciones jóvenes pueden ser vistas como irresponsables o poco comprometidas. Estas representaciones, vinculadas al edadismo, dificultan la creación de vínculos genuinos y colaborativos.
Asimismo, las diferencias en valores, estilos de vida y formas de comunicación pueden obstaculizar el entendimiento. La brecha digital, por ejemplo, constituye una barrera importante en contextos educativos y laborales, ya que limita la participación equitativa. (OMS, 2021).
Otro reto se encuentra en el diseño de programas sociales. Con frecuencia, estos no contemplan metodologías inclusivas que respondan a las necesidades y capacidades de cada grupo generacional, lo que reduce la participación activa de todas las edades.
A ello se suman desigualdades en el acceso a recursos. Las personas mayores pueden experimentar limitaciones para acceder a espacios comunitarios o información, mientras que muchos jóvenes, a pesar de contar con mayor acceso digital, enfrentan precariedad laboral y dificultades habitacionales que les restan tiempo y energía para implicarse en este tipo de iniciativas.
Así también, los cambios estructurales también influyen. La movilidad laboral, la fragmentación familiar y los modelos individualistas actuales dificultan la convivencia intergeneracional, lo que hace necesario repensar tanto las políticas públicas como el diseño de los espacios urbanos para favorecer estos vínculos.
Por otra parte, los equipos de intervención social no siempre cuentan con la formación adecuada para promover dinámicas intergeneracionales. A menudo se conforman con diseñar actividades que incluyen personas de distintas edades, pero sin garantizar condiciones de acceso equitativo, participación significativa y eliminación de jerarquías preexistentes. Se requiere, por tanto, capacitación específica en mediación y comunicación intergeneracional para aprovechar el potencial de los diferentes grupos y favorecer la construcción conjunta. (BBVA, 2023).
Finalmente, uno de los mayores desafíos radica en la dificultad para medir los beneficios concretos de las intervenciones. Es necesario contar con indicadores que permitan evaluar cambios en actitudes, relaciones y bienestar social, de modo que se visibilice el verdadero impacto de la intergeneracionalidad.
La intergeneracionalidad en el ámbito educativo nos proporciona una oportunidad única para fomentar el aprendizaje mutuo y la empatía. Actualmente, las sociedades más desarrolladas se enfrentan a la desconexión entre generaciones, por ello los espacios educativos, formales y no formales, se convierten en espacio de encuentro donde generaciones distintas pueden aprender, compartir y construir juntas.
La educación intergeneracional se enmarca en la educación a lo largo de la vida, que promueven organismos como la UNESCO y la Unión Europea. Este enfoque explica que el aprendizaje no se limita a la infancia o juventud, sino que se extiende a todas las etapas de la vida, y que el diálogo entre generaciones es clave para enriquecer ese proceso. Así, no se limita a la transmisión de conocimientos entre mayores y jóvenes, sino que implica reciprocidad y el reconocimiento mutuo. Este enfoque está alineado con las propuestas de la Guía para la Intergeneracionalidad del Centro Intergeneracional sobre el Envejecimiento, que la plantea como una acción transformadora que debe estar presente en ámbitos como la educación, la cultura, la salud y el entorno comunitario. (CENIE, 2023)
En el marco del Movimiento Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja, tanto la Federación Internacional en su Estrategia 2030, como Cruz Roja Española en su Plan Estratégico 2023–2026, reconocen la importancia de promover la intergeneracionalidad como eje transversal de nuestra acción humanitaria. En este sentido, se refuerza el compromiso con:
En cada una de estas acciones que realizamos en Cruz Roja, partimos de elementos cotidianos para construir las diferentes intervenciones:
La intergeneracionalidad debe tenerse en cuenta de manera transversal en el diseño de políticas públicas, tanto a nivel local como internacional. De esta forma se estará reconociendo el valor de cada etapa de la vida y promoviendo la colaboración entre generaciones.
El éxito que ha supuesto tanto el aumento de la esperanza de vida, como de la esperanza de vida en buena salud y el impacto que tienen en el modelo de sociedad nos empuja a realizar un trabajo con la comunidad con abordaje intergeneracional. A su vez, este enfoque también debe calar en otros ámbitos como el educativo, el productivo o el ocio. En definitiva, la intergeneracionalidad no es solo una pieza más del puzle para mejorar la convivencia social, sino una estrategia clave para construir sociedades más inclusivas y solidarias. A través del diálogo significativo, del aprendizaje mutuo y de la colaboración entre generaciones, podemos superar barreras y promover el acceso igualitario a derechos.
A nivel educativo, nos encontramos ante el desafío de incorporar a la generación Alpha (personas nacidas después de 2010), que es nativa digital y expuesta a tecnologías inmersivas por lo que requerirá de nuevas formas en las que dialogar con el resto de generacionales, alejadas de la realidad sin que suponga frustración y rechazo. (BBVA, 2023). Las instituciones que logren integrar esta diversidad estarán mejor preparadas para enfrentar los retos del siglo XXI.
Si queremos lograr que el aprendizaje tenga impacto real, es necesaria la mejora en la formación de profesionales, que debe actualizarse en relación a los avances tecnológicos como la Inteligencia Artificial para diseñar intervenciones imaginativas y accesibles para todos los grupos de edad. Por otra parte, debe asegurarse de incluir en su práctica códigos culturales y comunicativos que permitan todas las aportaciones en un plano de igualdad a nivel de estatus entre generaciones, poniendo el foco en los intereses comunes y los desafíos comunitarios que generen conexiones más allá de la edad.
Debemos ser conscientes de que fomentarla requiere compromiso comunitario e institucional, pero también voluntad política para que se una base transversal en las políticas públicas, con participación multigeneracional. De esta manera reconoceremos que cada generación tiene algo valioso que aportar, y que se incorpora su realidad en las políticas públicas que definirán su vida.
Porque cuando una persona joven mira a una persona mayor y se reconoce en ella, no solo se acortan distancias: se abre la posibilidad de imaginarse en ese lugar, de decir “de mayor, quiero ser mayor”. En esa mirada compartida, es clave para construir una sociedad que no excluya a nadie, donde todas las personas independientemente de su edad, sexo u origen, tengan voz, espacio y dignidad.
Alpízar Jiménez, I. (2019). Las relaciones intergeneracionales en la construcción de una sociedad para todas las edades. Universidad Nacional de Costa Rica. Dialnet. https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=7933944
BBVA. (2023, junio 14). Qué se puede hacer para evitar el edadismo [Podcast]. https://www.bbva.com/es/sostenibilidad/podcast-que-se-puede-hacer-para-evitar-el-edadismo
Canedo García, A., & García Sánchez, J. N. (2015). Intervenciones intergeneracionales basadas científicamente. International Journal of Developmental and Educational Psychology, 2(1), 399–404. https://redalyc.org/pdf/3498/349851784039.pdf
CENIE. (s. f.). Guía para la intergeneracionalidad: Convertir los retos de las sociedades longevas en oportunidades. https://cenie.eu/es/guia-para-la-intergeneracionalidad
Comité de ONG sobre el Envejecimiento. (2012). Solidaridad intergeneracional: Políticas y práctica. Naciones Unidas. https://www.ngocoa-ny.org/resources/news/intergenerational-solidarit.pdf
Comité Económico y Social Europeo. (2023). Hacia una estrategia europea para las personas mayores. https://www.eesc.europa.eu/sites/default/files/2024-01/2023-11-29_-_informe_-_hacia_una_estrategia_europea_para_las_personas_mayores.pdf
Cruz Roja Española. (2023). Plan estratégico 2023–2026. https://www2.cruzroja.es/documents/5640665/13538838/CR-X-Asamblea-Documento-Estrategico-ESP.pdf/36df65a8-f9e7-ef84-0f10-980958108ada?t=1691494225268
Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de las Naciones Unidas. (2007). Reunión del grupo de expertos sobre la solidaridad entre generaciones. ONU. https://www.un.org/esa/socdev/unyin/documents/egm_unhq_oct07_sanchez.pdf
Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja. (2022). Estrategia 2030: Una plataforma para el cambio. Acción local, alcance mundial (Versión en español). https://www.ifrc.org/sites/default/files/2022-06/IFRC_Strategy2030_SP_20220608.pdf
Hatton-Yeo, A., & Ohsako, T. (Eds.) (2001). Programas intergeneracionales: política pública e implicaciones de la investigación. Una perspectiva internacional. UNESCO Institute for Education & Beth Johnson Foundation. https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/pf0000128018_spa
Organización Mundial de la Salud. (2021). Informe mundial sobre el edadismo. OMS. https://iris.who.int/bitstream/handle/10665/340208/9789240016866-eng.pdf
Revista Española de Geriatría y Gerontología. (2024). Efectos de la intergeneracionalidad en las relaciones y programas sociales. Elsevier. https://www.elsevier.es/es-revista-revista-espanola-geriatria-gerontologia-124
Revista Reflexiones. (2019). Soledad y convivencia intergeneracional: resignificar el cuido en el ciclo vital. SciELO. https://www.scielo.sa.cr/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1659-28592019000200079
Revista Tabula Rasa. (2012). Intergeneracionalidad y multigeneracionalidad en el envejecimiento y la vejez. Tabula Rasa. https://www.revistatabularasa.org/numero18/intergeneracionalidad-y-multigeneracionalidad-en-el-envejecimiento-y-la-vejez
Villa Moral Jiménez, M. de la. (2016). Redes de apoyo social y envejecimiento productivo en sociedades mediterráneas y latinoamericanas. Universitas Psychologica, 15(3), 1–12. https://www.redalyc.org/journal/647/64750138016/html/