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Las limitaciones funcionales pueden llegar a mermar la calidad de vida de las personas mayores. Por ello es necesario buscar formas que les ayuden a tener un envejecimiento saludable. Apagar y encender luces según la presencia de las personas, enviar avisos a los servicios de emergencia si se detecta una caída, regular la calefacción o abrir y cerrar ventanas, son algunas de las tareas que pueden realizar las viviendas con sistemas domóticos.
La domótica -el conjunto de tecnologías aplicadas al control y automatización inteligente de una vivienda- permite garantizar seguridad, confort y ahorro gestionando todas las aplicaciones integradas desde un solo punto (ordenador, móvil o tablet).
Un estudio de la consultora Markets and Markets prevé que el negocio de dispositivos para el hogar inteligente crezca casi un 12% en Europa y mueva unos 40.000 millones de euros anuales para 2024. Estas cifras demuestran el interés creciente por parte de muchos fabricantes para ocupar este mercado, apostando fuerte por automatizar las casas.
En el caso de España, el mercado de la domótica aumentó un 40 % en 2018 respecto a 2017, siendo las funciones más demandadas las relacionadas con la gestión de la energía (control de la climatización, ventilación, iluminación y monitorización de consumos). Estas son las principales conclusiones que se desprenden del último estudio de mercado publicado por la Asociación Española de Domótica e Inmótica (CEDOM).
Más de dos millones de personas mayores de 65 años viven solas en nuestro país, según los últimos datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística (INE) y que corresponden a 2018. De esta cifra, más de 850.000 tienen 80 o más años y la gran mayoría son mujeres: 662.000.
A la hora de abordar soluciones habitacionales para personas mayores aún pervive, en gran medida, el viejo concepto de poner énfasis solamente en la accesibilidad y la adaptación funcional de las viviendas.
Si tenemos en cuenta que vivir sin compañía no resulta siempre fácil y que muchos mayores no desean vivir en residencias o recibir cuidados específicos, el hogar inteligente puede convertirse en un gran aliado.
La domótica se aplica, básicamente, sobre cuatro áreas: ahorro, bienestar, seguridad y comunicaciones.
Se puede instalar un sistema domótico en una casa ya construida y el presupuesto varía dependiendo del nivel de sofisticación del equipamiento y de las dimensiones del espacio. El precio medio de un equipamiento estándar es de entre 1.500 euros y 2.000 euros sin incluir los costes de instalación. Además, dicha inversión se suele amortizar en unos cuatro años, teniendo en cuenta el ahorro de energía que va a suponer.
Entendiendo el hogar no solo como un espacio físico al que hay que adaptarse sino como un lugar donde se despliegan acciones, percepciones y emociones es fácil reconocer que juega un papel crítico, especialmente, en la calidad de vida de las personas mayores.
Los últimos avances en domótica han dado lugar a un aumento de nuevos sistemas de tecnología para residencias y centros geriátricos. En este caso hablamos de inmótica, es decir, la incorporación de sistemas de gestión técnica automatizada en grandes edificios con el fin de aumentar el confort de los residentes, aportar seguridad, facilitar la comunicación y conseguir una gestión eficiente del uso de la energía.
Acciones básicas y normales que realizamos en nuestro día a día como llamar a alguien, apagar la luz o cerrar una cortina se convierten en una dificultad para muchas personas. El tradicional servicio de teleasistencia para personas mayores está condicionado a tener una línea telefónica en casa y a que la persona lleve un pulsador de emergencia colgado. Sin embargo, la implantación de la inmótica permite ir un paso más allá en bienestar y seguridad y se ha convertido en la teleasistencia de segunda generación.
La automatización quizás no pueda evitar que las personas se caigan o sufran algún accidente pero sí evita que pase mucho tiempo hasta que el cuidador o el familiar se entere del incidente.
Los centros geriátricos son lugares más cómodos, seguros y eficientes gracias a la inmótica pero es necesario que la incorporación de los sistemas se adapte a los requerimientos concretos de cada residencia.
Esta tecnología no solo tiene como objetivo el que los residentes se sientas bien atendidos, sino también que las personas que están encargadas de su atención sepan en cada momento cómo y de qué forma pueden ayudarles.
Con el fin de mejorar las prestaciones ofrecidas de los diversos centros de personas mayores, muchas empresas están ofreciendo varios tipos de servicios entre los que podemos encontrar:
Es evidente que la habilitación de entornos inmóticos en las residencias conlleva importantes beneficios. Por un lado, redunda claramente en una potenciación de la autonomía de las personas mayores, mejorando su calidad de vida.
Los cuidadores y familiares se benefician de la monitorización y notificación en caso de incidencias, de forma que ayuda a disminuir su presión psicológica y física.
La implantación de tecnología de última generación tiene un claro impacto en la reducción del coste energético y es un sistema menos invasivo en la intimidad de los residentes.
El desafío del envejecimiento de la población es una realidad que nuestra sociedad debe afrontar y solucionar, incluso desde el punto de vista de la vivienda. Como el porcentaje de personas de la tercera edad será muy elevado en un futuro cercano, la domótica y la inmótica permitirán implantar sistemas que hagan posibles las actividades normales del día a día, contribuyendo a un envejecimiento saludable, activo y con mejor calidad de vida.
Para ello las soluciones deberán ser lo suficientemente intuitivas y fáciles de usar para que, así, los mayores se animen a utilizarlas.