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La autoestima durante el proceso de envejecimiento

Por Manuel Nevado, profesor de psicología de la vejez en la Universidad Europea de Madrid
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En una sociedad como la nuestra, en la que el modelo de éxito está asociado a la juventud, el paso de los años puede suponer una importante merma en la autoestima. Conocer las herramientas para fortalecer esta autovaloración personal, y usarlas de una manera adecuada, resulta clave para potenciar una mejor calidad de vida.

Los mayores retos que tiene que enfrentar la autoestima de un individuo a lo largo de la vida se encuentran en la adolescencia y la vejez. En el segundo caso, este escollo en la percepción de la valía personal está íntimamente relacionado con el fin de la etapa productiva a nivel laboral. Tal y como nos explica Manuel Nevado, profesor de psicología de la vejez en la Universidad Europea de Madrid: “Los problemas de autoestima en la última etapa de la vida suelen vincularse a la pérdida del rol que se ha estado desempeñando. Momentos como la jubilación principalmente, pero, también la marcha del hogar de hijos y nietos, pueden hacer que la persona experimente una sensación de carencia que debe llenarse con nuevos retos y metas”.

Hasta hace poco, esta reducción de la autoestima era mayor en los hombres, ya que, de acuerdo con el esquema familiar tradicional, eran los que trabajaban fuera y, por tanto, los que más acusaban el cambio de vida al jubilarse. “En las últimas décadas, la incorporación de la mujer al mercado laboral y la del hombre a las labores familiares y domésticas, ha hecho que la situación sea más equilibrada”, apunta el psicólogo consultado.

La cultura también tiene su peso en la autoestima de las personas mayores. Así, mientras que en países como Japón se venera a los ancianos y se les incluye en la comunidad, en Europa y USA predomina el culto a la juventud y la negación de la vejez. “En las islas de Okinawa, una “zona azul” en la que viven muchas de las personas más longevas del mundo, se organizan en torno a “moais”, pequeñas comunidades en las que todos tienen una función clave y donde los mayores están plenamente integrados y son profundamente respetados”, afirma Nevado.

Cabe señalar también que otra de las realidades que más negativamente afecta en las funciones, tanto físicas como mentales, en este momento vital, es la medicación. “En nuestro país se tiende a la “polimedicación”. Sin embargo, no todo se soluciona con una pastilla: cuantos más medicamentos prescindibles tomemos, menos capacidad de actuación, dejaremos a los que sí necesitamos”, recalca el asesor.

Envejecer con la frente muy alta (y una sonrisa).

Para mejorar el “autoconcepto” en estos años, lo primero es combatir los estereotipos negativos que hay asociados. Es necesario poner todo en perspectiva y valorar las vidas de cada uno, sin importar la edad. “Una actividad muy beneficiosa consiste en hacer una revisión de recuerdos en positivo; repasar todos los retos y adversidades que se han enfrentado y superado, contribuye a mejorar la percepción de uno mismo”, añade.

Es bueno también contar con los mayores: pedirles opinión sobre asuntos personales, sobre la situación en el mundo, dejarles que tomen decisiones y respetarlas: “En España hay excesivo paternalismo y sobreprotección hacia este grupo de población. Es una forma malentendida de demostrar cariño, ya que les limita, merma su independencia y, por ende, su autoestima”.

Fomentar las relaciones sociales, aunque sea online, es otro punto muy beneficioso para la valoración personal. “Una de las pocas cosas buenas que ha tenido la pandemia del coronavirus es que ha hecho que todos tengamos que enfrentarnos a la tecnología para comunicarnos con nuestros seres queridos. Estas circunstancias han demostrado que, cuando hay motivación, la edad no es un inconveniente para enfrentar nuevos retos”, añade el psicólogo.

Hacer ejercicio también es fundamental para tener un buen ánimo. Pero, tal y como apunta el profesor de la UEM, esta actividad física ha de tener un sentido: “Las actividades que se realizan en este momento de la vida deben ir en línea con las que la persona ha realizado anteriormente. No hay que empezar a ir al gimnasio si nunca antes se ha ido, pero sí conviene dar continuidad a rutinas de vida activa tales como bajar a desayunar, hacer compras con el carrito, caminar o pasear al perro”. Si se puede, es bueno favorecer actividades que mejoren la fuerza y el equilibrio, como el Taichi o el baile. “En algunos países hay clases para aprender a caerse y evitar lesiones, que contribuyen a mejorar la seguridad física y mental”, apunta el experto.

Por último, antes de encasillar o estigmatizar a una persona por ser mayor, Nevado recuerda que “A partir de los 33 años, empieza el proceso de envejecimiento del ser humano. Por lo que, “técnicamente” la gran mayoría de la población, somos ya viejos”. La visión de la vejez cambiaría mucho si todos fuéramos conscientes de esto”.

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