¿Qué podemos hacer para prolongar la vida en mejores condiciones de salud? El debate identifica, como clave, que las Administraciones informen y acompañen en sus decisiones y hábitos al ciudadano en la etapa de 55 a 74 años.
Son muchos los expertos en envejecimiento que identifican una nueva etapa vital en el ser humano que se ubicaría entre los 55 y 74. Años en que una mayoría de hombres y mujeres están plenamente capacitados para tomar las riendas de un nuevo plan vital con autonomía, y también para tomar decisiones que les permita abordar el inevitable proceso de envejecimiento en las mejores condiciones de salud y sociabilidad posibles.
Frente a un proceso irreversible de envejecimiento de las sociedades occidentales, se ve en esta franja de edad una gran oportunidad para que los ciudadanos envejezcan mejor, más sanos y con más autonomía.
En 2050 la esperanza de vida de los españoles habrá aumentado en tres años. Un avance que dibuja una tabla poblacional en la que uno de cada tres españoles tendrá 65 años o más. Pero tan importante como vivir más, es vivir en buena salud.
Así lo recuerda el informe Indicador de Calidad de Vida Digna y Sostenibles de la Vejez (ODS-IVDS65+) de Fundación Mutualidad de la Abogacía en colaboración con la Universidad de Barcelona. El indicador ODS-IVD65+, que contextualiza el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU en el colectivo de la población mayor europea, recuerda la necesidad de:
“Potenciar planes sociales y de salud que favorezcan no solo el aumento de la esperanza de vida en la población mayor, sino también el aumento de su esperanza de vida en buena salud”. Pero, ¿cómo puede avanzar la sociedad española hacia un envejecimiento en bienestar?
El necesario pacto generacional
Petición que conlleva un importante salto en el modelo de Estado de Bienestar español. Debe ser capaz de reforzar, generar y sostener en el tiempo unas nuevas estructuras de asistencia e integración social. Un reto al que el Gobierno Español puso las grandes cifras en 2021 tras la publicación de España 2050. Fundamentos y propuestas para una Estrategia Nacional de Largo Plazo:
“De aquí a mediados de siglo, el gasto público en pensiones en España podría incrementarse en hasta cinco puntos de PIB; el gasto sanitario podría aumentar en más de un punto de PIB; y el número de personas mayores de 65 años beneficiarias de ayudas a la dependencia podría duplicarse”.
Desde esta hoja de ruta, también se identifica una oportunidad en el cuidado sanitario y social de las personas mayores: “Este envejecimiento traerá importantes oportunidades sociales y económicas al país, pero también notables desafíos para la sostenibilidad del estado de Bienestar”, se afirma.
Los expertos advierten de que en el camino se podrán producir tensiones entre las generaciones. Y basta con echar un ojo a la actualidad para entender a qué se refieren: la subida de las pensiones según la inflación contemplada en los Presupuestos de 2023, ha resucitado un aciago debate en los medios sobre si los beneficios dirigidos a los mayores hipotecan el futuro de los más jóvenes.
Una problemática que la socióloga y profesora inglesa Jennie Bristow, desmontó en su Stop Mugging Grandma (2019, ‘Deja de atacar a la abuela’). En este ensayo defiende que esta supuesta guerra generacional no es más que “una herramienta de la élite política y social para evitar el escrutinio público”. Muy al contrario, en una entrevista en The Wall Street Journal, la autora afirma que según los principales indicadores sociales «los jóvenes de hoy suelen estar emocionalmente cerca de sus padres, a menudo dependen económicamente de ellos, y ven en sus familias una fuente de estabilidad y apoyo en un mundo en el que parece cada vez más difícil asumir otros compromisos».
Por ello el reto que el cuidado en salud y dignidad de la persona mayor implica para cualquier estado, debe pasar por un auténtico pacto social. Así lo defiende el Gobierno vasco en su informe 100 propuestas para avanzar en el bienestar y el buen trato a las personas que envejecen.
Desde Vitoria-Gasteiz se advierte de los peligros de asociar la vejez a “un grupo consumidor de gasto social”, invitando a “promover un pacto social entre generaciones para el desarrollo de una sociedad de bienestar”. Y para avanzar en este objetivo se propone “visibilizar la contribución de las personas que envejecen en la construcción de una sociedad de bienestar”.
Criterios para avanzar
En el informe se recoge un conjunto de propuestas que “faciliten un proceso de envejecimiento responsable, satisfactorio para las personas y útil para la sociedad”. Que en su opinión, debe partir de cuatro principios generales:
- Autonomía. Relacionado con “la capacidad de elección, con la libertad y sobre todo, con el derecho a mantener el control sobre la propia vida”. Un control que además debe evaluarse desde la diversidad del colectivo en ámbitos como el grado de dependencia o no, el género o su lugar de residencia (ciudad y campo).
- Normalización y abordaje evolutivo. La barrera de la vejez tiende a difuminarse en las sociedades modernas, aflorando una nueva edad en las personas entre los 55 y 74 años, etapa en la que es factible plantearse un nuevo proyecto de vida que las políticas deben posibilitar.
- Heterogeidad. Que debe llevar a trabajar de forma individualizada, “intentando avanzar hacia una sociedad en la que la edad no sea el determinante del proyecto de vida de las personas”.
- Transversalidad. Para generar bienestar en el heterogéneo conjunto de personas que se van haciendo mayores es necesario el compromiso de todos los agentes, departamentos, administraciones públicas y sectores implicados: “El trabajo transversal garantiza miradas multidisciplinares y en ocasiones, producciones interdisciplinares muy enriquecedoras”.
Medidas para aumentar la esperanza de vida en buena salud
Definido el marco de actuación es necesario concretar qué medidas pueden encaminar a la sociedad española al aumento de la esperanza de vida de mujeres y hombres y en las mejores condiciones sociales y de salud posible.
Algunas de las medidas recomendadas antes de que las personas mayores necesiten ayuda por problemas de dependencia u otros, son:
Facilitar la autonomía a través de la orientación y el consejo individualizado.
Además del cuidado se debe favorecer un proceso de envejecimiento, activo, saludable y acorde a las expectativas de las personas. Ello requiere de diferentes fórmulas de acompañamiento en las diferentes fases empezando por la transición de la vida laboral a la jubilación. Se trata de formar y generar una estructura que desde un conocimiento multidisciplinar informe al ciudadano para que tome decisiones autónomas “en aspectos esenciales de su proyecto de vida futuro: seguridad económica, salud, vivienda, afrontamiento de la soledad, etc”.
Envejecimiento saludable mediante el acompañamiento de agentes de la salud.
Los poderes públicos deben promover la responsabilidad social e individual de la ciudadanía sobre su salud. Para ello deben ofrecerles un conjunto de programas e intervenciones que faciliten un proceso de envejecimiento normal, saludable y con una incidencia cada vez menor de patologías evitables, lo que es clave en la señalada franja de vida.
Promover decisiones sobre la vivienda para garantizar un entorno doméstico idóneo para toda la vida.
En los últimos años la vivienda se ha ubicado en el centro de las políticas de envejecimiento. La enfermedad, la fragilidad o la dependencia obligan a muchos ciudadanos a abandonar en contra de su voluntad su hogar, en un movimiento muy perjudicial para la persona mayor.
Sin embargo, una serie de actuaciones y adaptaciones de ese espacio doméstico y sus entornos cercanos podrían mantener al ciudadano allí donde él quiere, al tiempo que reducir posteriores gastos individuales y sociales. De ahí la necesidad de ofrecer asesoramiento y ayuda para la adaptación de esa vivienda en el periodo de los 55 a 65 años.
Apoyar y valorar las transferencias de atenciones y cuidados en el ámbito familiar.
En la actualidad es habitual que coexistan cuatro y hasta cinco generaciones. La sociedad debe ser capaz de aprovechar esa riqueza para generar nuevas oportunidades de intercambio y transferencia de apoyos en el cuidado de las personas mayores. Se trata de descargar de responsabilidades a la generación de entre 55 y 74 años, que se ocupa tanto de ascendientes como de descendientes.
Desarrollar voluntariado para facilitar la vida cotidiana.
En las sociedades desarrolladas, el trabajo voluntario es una riqueza comunitaria cada vez más valorada. Ese potencial debe dirigirse también de una forma más organizada a generar bienestar en las personas mayores.
Diseñar ciudades más amigables con las personas mayores de 55 años, en las que su principal grupo poblacional pueda desplazarse y hacer ejercicio. También promover el aprendizaje y el aprovechamiento de las nuevas tecnologías en este colectivo desde las distintas Administraciones Públicas, poniéndolas al servicio de la independencia y la salud del mayor, son también cuestiones que se consideran fundamentales en un avance hacia un proceso de envejecimiento en las mejores condiciones de salud.
Como se explica, un objetivo que requiere de la complicidad intergeneracional, y muy especialmente de esos ciudadanos que cumplidos los 55 años, deben empezar a tomar decisiones para envejecer con las mayores posibilidades de bienestar posible.