El caso más paradigmático de clasificación por edad corresponde al acceso a la jubilación donde el único parámetro que es tenido en consideración es el haber cumplido una determinada edad cronológica.
Hemos interiorizado en nuestro acervo sociocultural que cuando alcanzamos la edad de jubilación nos situamos en el lado ocioso de la vida si tomamos el sentido de la palabra júbilo, es decir el trabajo es algo que nos impide la felicidad, y si por el contrario apelamos a la acepción retiro estaríamos en la visión más cercana a la inutilidad social y que por tanto necesitamos cuidados para la vida.
Debemos revisitar y cuestionar el etarismo pues no solo discrimina, lo que se conoce como edadismo o gerontofobia, sino porque además la edad cronológica no es un indicador biométrico adecuado para medir las capacidades vitales del individuo en una sociedad longeva . El individuo al cumplir la edad de jubilación queda no solo estereotipado sino además como dice Taxler (1980) la vejez en las sociedades occidentales se asocia al miedo a la muerte.
Una sociedad en la que la esperanza de vida a la edad de jubilación supera los 20 años, iniciar el viejismo, sinónimo de finitud de la vida es lo que debemos denunciar.
Las edades del ser humano
A lo largo de la historia la categoría de las “edades del hombre” han sufrido variación y por lo tanto ha ido mutando de tal manera que los patrones vitales de nuestros padres no tienen porque ser válidos para nosotros. Y es que el declive funcional de nuestro organismo multicelular aun siendo inexorable con el paso del tiempo se ha ido ralentizando en los últimos 150 años cuando comienzan los aumentos de esperanza de vida de manera continuada hasta nuestros días
Sirva de ejemplo la publicación en un diario en los años treinta del siglo pasado en el que se podía leer: “un tranvía atropella a un anciano de 50 años….” La noticia nos sirve para entender que la propia ancianidad a lo largo de la historia se ha ido posponiendo, pero siempre tomando como referencia la edad cronológica.
Nos plantemos cual o cuales deben ser los mejores parámetros que nos permitan medir la fragilidad humana, la calidad de vida, o mejor aún la plenitud vital y que sirvan para sino desterrar la edad cronológica si al menos para hacerla compatible.
El debate esta abierto desde ya hace algunas décadas, el propio Consejo de Europa reflexionó sobre este asunto en 2013. El Grupo de redacción sobre los derechos humanos de las personas mayores del Comité Director de Derechos Humanos señala al respecto que una definición de persona mayor debería referirse a la condición de vulnerabilidad que el envejecimiento conlleva para todos los seres humanos, la que deriva de las actitudes, percepciones sociales negativas u otros factores que originan barreras que se expresan en la forma de discriminación, limitación o impugnación del ejercicio de los derechos humanos.
En el documento de la CEPAL de marzo 2021 titulado “Las dimensiones del envejecimiento y los derechos de las personas mayores en América Latina y el Caribe, Textos Seleccionados 2009-2020” nos arroja luz sobre las distintas edades que pueden “medir la edad de la vejez”.
Para este propósito se necesitan al menos en base a tres dimensiones: cronológica, fisiológica y social.
- La edad cronológica o de calendario es esencialmente biológica y se manifiesta en niveles de trastorno funcional. Se refiere a la edad en años.
- La edad fisiológica se refiere al proceso de envejecimiento físico que, aunque vinculado con la edad cronológica, no puede interpretarse simplemente como la edad expresada en años. Se relaciona más bien con la pérdida de las capacidades funcionales y con la gradual disminución de la densidad ósea, el tono muscular y la fuerza que se produce con el paso de los años (Arber y Ginn, 1995). Un término asociado a la edad fisiológica es el de senilidad, es decir, el proceso que se manifiesta en aquellos sujetos que sufren un nivel de deterioro físico o mental —o ambos— que les impide desarrollar con normalidad su vida social e íntima (Fericgla, 1992)
- La edad social alude a las actitudes y conductas que se consideran adecuadas para una determinada edad cronológica (Arber y Ginn, 1995). Esto significa que la edad de la vejez—al igual que el género— es una construcción social e histórica que posee el significado que el modelo cultural da a los procesos biológicos que la caracterizan. Se trata de una categoría social con un fundamento biológico, relacionada tanto con las percepciones subjetivas —lo mayor que la persona se siente— como con la edad imputada —los años que los demás le atribuyen al sujeto (Arber y Ginn, 1995)
El ageotipo y envejecimiento como enfermedad
El nuevo paradigma de la medida de la vejez, por el que apostamos, es la edad biológica como mejor marcador, nos permite desvincularnos de las clasificaciones etarias y apostar por un modelo de relación social donde cada sujeto tiene su propia medida de la fragilidad.
Tomamos como referencia el estudio publicado en Nature en 2020 donde se identificaron al menos cuatro patrones distintos dependiendo de cuál de los sistemas biológicos se hace mayor primero, pues para unos la salud del corazón permanece invariable hasta los 70 años
Los investigadores de Standford, con el profesor Michel Snydey a la cabeza, descubrieron 600 marcadores de envejecimiento, unos valores que permiten predecir la capacidad de un tejido y lo que se conoce como su «edad biológica» y que les llevaron a clasificar a los individuos estudiados en cuatro categorías: inmunitarios, renales, hepáticos o metabólicos
Si aceptamos la propuesta de debate de algunos científicos que apuestas por considerar el envejecimiento como una enfermedad. ¿El documento Is Aging Still a Disease? Perspectives from Geroscience (octubre 2019) nos dice: «La medicina del siglo XXI debería adoptar la estrategia de apuntar directamente a los mecanismos moleculares que causan el envejecimiento biológico”, él editor invitado y profesor de la Universidad de Washington, Matt Kaeberlein, Ph.D., FGSA, en su introducción. «Solo de esta manera será posible retrasar la aparición y la progresión de múltiples enfermedades relacionadas con la edad simultáneamente, a fin de extender el período de salud proporcionalmente con el período de vida».
El envejecimiento en sí no es una enfermedad, sino que es el mayor factor de riesgo para una amplia gama de enfermedades crónicas. Este es un principio central del campo emergente de la gerociencia, que busca definir los mecanismos biológicos que subyacen a las enfermedades del envejecimiento, con el objetivo de frenar el envejecimiento humano para retrasar o prevenir muchas enfermedades simultáneamente
La Nueva Longevidad.
La Nueva Longevidad, expresión acuñada por la Escuela de Pensamiento de Fundación Mutualidad de la Abogacía, requiere de métricas adecuadas a este nuevo fenómeno, con varias premisas: deben ser fiables, personalizables, sin edadismo en su expresión. Además, deben contribuir a la adopción de políticas sanitarias y sociales conforme se expresan sus distintos valores, y que por otra parte sean garantes de la opción del individuo a ejercer sus derechos en relación con la continuidad en el trabajo activo remunerado en el marco de los derechos de protección social como son la sanidad, la pensión digna, la dependencia. “Hay leyes sobre la vejez pero no hay perspectivas desde la vejez” catedrática de filosofía Victoria Camps.
El proyecto Aristóteles de la Escuela de Pensamiento que verá la luz este año 2021 propone un algoritmo de edad biológica que cumple con estas premisas y que esperemos que contribuya a este propósito, el mejor indicador de la Nueva Longevidad.