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La importancia de detectar la fragilidad en el envejecimiento

La atención a la salud de la persona mayor desde el parámetro de la funcionalidad y no solo desde la enfermedad suma importantes avances en su cuidado. Y la detección de la fragilidad irrumpe como una de sus claves.
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La fragilidad es un síndrome geriátrico previo a la aparición de la dependencia funcional. Para el profesional sanitario es como una voz de alarma, en la medida en que puede utilizarse para identificar a individuos con mayor riesgo, si bien una detección a tiempo y un acertado tratamiento puede frenar unos efectos que, incluso pueden ser parcialmente revertidos.

La fragilidad está ganando la atención de las comunidades médicas y de atención social, desde que la salud de la persona mayor se mide “en términos de función y no de enfermedad, pues es aquella la que determina la expectativa de vida”, según se recoge el Documento de consenso sobre prevención de fragilidad y caídas en personas mayor, que cuenta con la aprobación del Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud.

En España se producen cada año unas 50.000 fracturas de cadera, “un año después, el 25% de los pacientes españoles habrá muerto y el 60% tendrá una movilidad limitada u otra disfunción”. Esta es la conclusión de un estudio recogido por la OMS del grupo de investigación Envejecimiento y Fragilidad del Hospital La Paz de Madrid, que desde 2016 agrupa a más de 200 médicos voluntarios de 75 hospitales. Se trata además, de una iniciativa premiada con el Premio de la Fundación del Estado de Kuwait.

Pero lo más esperanzador de este estudio es su conclusión: “Se pueden lograr mejoras en la calidad y eficiencia de la atención de las personas mayores mediante la prevención de las fracturas de cadera por fragilidad, un mejor tratamiento de las fracturas incidentes, y una mejor atención para prevenir las complicaciones secundarias”.

Otro estudio revelador apunta a la relación de la fragilidad y pre-fragilidad entre 60 pacientes de 70 a 84 años, analizados durante el preoperatorio de una cirugía cardiaca. Este estudio del Hospital Universitario de Salamanca, concluye que “la valoración preparatoria de la fragilidad, es una herramienta adicional que puede mejorar la precisión en la toma de decisiones en pacientes sometidos a cirugía cardiaca”.

 

Qué es la fragilidad en las personas mayores
Se define como “un estado clínico, asociado a la edad, con una disminución de la reserva fisiológica y de la función en múltiples órganos y sistemas, lo que confiere una disminución en la capacidad para hacer frente a factores estresantes crónicos o agudos, y una mayor vulnerabilidad ante los mismos”, (Fragilidad en atención primaria: diagnóstico y manejo multidisciplinar, de Miguel Ángel Acosta-Benito e Iñaki Martín-Lesende). Por tanto, es considerado como un síndrome geriátrico.

Como hemos visto, se asocia a problemáticas como las caídas, con repercusiones en la salud de la persona mayor como una prolongada  recuperación, aparición de otras dolencias o infección, pero la fragilidad en la vejez también atañe  a otros problemas o limitaciones en la salud que conllevan frecuentes hospitalizaciones e, incluso, muerte.

Se trata además de un concepto que permite poner foco en aspectos hasta ahora desapercibidos por considerarlos naturalmente asociados al proceso de envejecimiento. Pero ahora sabemos que la fragilidad implica un empeoramiento de la salud desde una concepción holística en la que intervienen factores como la alimentación, la actividad física o la red social de apoyo y, por supuesto, la soledad. Y desde estos mismos parámetros de una visión total, los expertos proponen abordar la problemática de la fragilidad en la persona mayor.

La fragilidad también es sensible al género. De hecho su prevalencia “varió de 0,30 a 0,48 en mujeres y de 0,21 a 0,35 en hombres”, según el estudio Life course social and health conditions linked to frailty in Latin American older men and womenfirmado por Beatriz E Alvarado, María-Victoria Zunzunegui, Francois Béland y Jean-Marie Bamvita. Los investigadores concluyen que en ambos casos la comorbilidad [coexistencia de dos o más enfermedades] y el índice de masa corporal estaban relacionados con la fragilidad, pero sus efectos difieren entre hombres y mujeres, mostrando unos efectos más preocupantes sobre la evolución de la salud de las féminas.

En otro estudio de 2018, liderado por la Universidad Federal de Río Grande del Norte de Brasil, se trata de profundizar en la influencia de los factores sociales y económicos a lo largo de la vida en la fragilidad durante la vejez. Tras un seguimiento durante dos años a 1.724 personas, esta investigación, publicada bajo el título de Social and Economic Predictors of Worse Frailty Status Occurrence Across Selected Countries in North and South America and Europe, se justifica que el nivel de educación, ingresos y otros factores como el apoyo de la pareja son decisivos en la situación de fragilidad, por lo que se recomienda valorar toda la vida en su evaluación.

 

La importancia de la detección precoz
Esta estrategia es la que está detrás del Plan de atención integral a la fragilidad y promoción de la longevidad saludable en personas mayores de la Comunidad de Madrid 2022-2025, que recomienda promover la detección precoz de la fragilidad mediante un programa de detección y diagnóstico de la fragilidad e implantar la Valoración Geriátrica Integral (VGI) multidisciplinar. El plan de la Comunidad de Madrid, dirigido a la población mayor o igual a 65 años, se estructura en seis líneas estratégicas desarrolladas en 29 objetivos específicos con 111 acciones para su implementación y consecución: “El objetivo es obtener la máxima calidad de vida, autonomía funcional e independencia durante el proceso de envejecimiento”.

En este sentido, las miradas se vuelven sobre todo hacia la atención primaria. La cercanía que el médico de cabecera mantiene con la población de personas mayores puede facilitar la prevención precoz de la fragilidad y actuar en esas importantes medidas preventivas y mitigadoras. Así lo define el citado Documento de consenso del Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud, que establece el siguiente algoritmo de intervención en el primero de los eslabones sanitarios:

El aludido test Barthel de diagnóstico, “mide la capacidad de la persona para la realización de diez actividades básicas de la vida diaria, obteniéndose una estimación cuantitativa del grado de dependencia del sujeto” (Valoración de la Discapacidad Física: El índice de Barthel)Esta longeva herramienta fue definida en 1955, por lo que tiene muchas variantes, si bien su objetivo es medir indicadores como la comida, la dificultad o no en el traslado entre la silla y la cama, el aseo personal o el control de orina en su tabla 1. En la tabla dos, se interesa por otros como autonomía para vestirse, entrar y salir de la ducha, andar 50 metros sobre suelo sin pendientes…

Según lo establecido por la Sanidad española, las personas con un puntuación igual o mayor a 90 puntos deben pasar a realizar la prueba de cribado de fragilidad, siguiente paso previsto por el protocolo.

Llegados a este punto, conviene reseñar que los diferentes modelos de evaluación de la fragilidad viven en estos momentos una profunda revisión. Justificado en una mayor visualización e importancia de esta problemática, la comunidad científica revisa con visión crítica los test para afinarlos y su propio tratamiento. Así se evidencia en estudios como Exploring Clinically Meaningful Changes for the Frailty Index in a Longitudinal Cohort of Hospitalized Older Patients, dado a conocer en 2020 por la Sociedad Americana de Gerontología.

 

Cuatro factores de prevención
Prevenir antes que curar. Todos los expertos coinciden en la importancia de la detección temprana y la actuación sobre la pre-fragilidad, ya que es posible dilatar e incluso revertir sus efectos.

“El ejercicio físico y la valoración geriátrica multidimensional seguida de la intervención sobre los principales síndromes geriátricos, con énfasis en el estado nutricional e hidratación, y un ajuste adecuado de la medicación”, son las principales recomendaciones realizadas por el Sistema Nacional de Salud español.

  • Ejercicio físico. Aunque cualquier tipo de ejercicio bien dirigido es efectivo, la recomendación pasa por entrenamientos que combinan fuerza, resistencia y equilibrio, además de trabajar la resistencia aeróbica. Unas prácticas que deben ser sostenidas en el tiempo y mejor si se realizan de forma grupal.
  • Valoración multidimensional. También conocida como valoración geriátrica integral-VGI, es un instrumento útil de valoración del anciano frágil, para decidir qué acciones concretas se pueden adoptar en función de un diagnóstico individual. Atiende a factores como actividad física, nutrición, síndromes geriátricos y polimedicación, además de a su cuadro médico específico y problemas de prevalencia común en la población mayor frágil, como delirium, incontinencia, deterioro cognitivo, inestabilidad y caídas.
  • Revisión periódica de la medicación habitual. Con el objetivo de impedir la polifarmacia, el abuso en la prescripción o en la toma de medicamentos.
  • Adecuada nutrición. Una mayor ingesta de proteínas se identifica como factor protector de la fragilidad (Protein Intake and Incident Frailty in the Women’s Health Initiative Observational Study).
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