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El aburrimiento al final de la vida: nuevo reto para una sociedad longeva

Todos nos aburrimos de vez en cuando, al vernos envueltos en situaciones o actividades poco estimulantes, carentes de interés, repetitivas o forzosas, insignificantes, al fin y al cabo, que no responden a nuestras necesidades de excitación cognitiva.
Por Josefa Ros Velasco
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Todos nos aburrimos de vez en cuando, al vernos envueltos en situaciones o actividades poco estimulantes, carentes de interés, repetitivas o forzosas, insignificantes, al fin y al cabo, que no responden a nuestras necesidades de excitación cognitiva. Se trata de un estado de malestar que experimentamos con mayor o menor frecuencia, en todo lugar y tiempo, dependiendo tanto de factores exógenos, que obedecen a las posibilidades del entorno, como endógenos, relacionados con la propia personalidad individual.

A lo largo de la historia, pensadores provenientes de distintas disciplinas han puesto la mirada en este fenómeno cotidiano para tratar de comprender sus misterios. Los primeros filósofos lo entendieron como una emoción vergonzosa, resultante de la falta de dedicación al autocultivo de la virtud bajo los cánones culturales de la Antigua Grecia. Escritores como Séneca, en la época del Imperio Romano, decretaron que su padecimiento durante el tiempo ocioso podía llegar a ser insoportable hasta el punto de conducirnos al suicidio. Los teólogos del Medievo lo incluyeron en la lista de los pecados capitales bajo la forma de la acedia que distraía a los hombres de fe de sus obligaciones contemplativas. En la Edad Moderna, representó la negación de la ética capitalista del trabajo, alcanzando posteriormente el estatus del mal du siècle, la enfermedad del XIX que despojaba la vida de todo sentido (Ros Velasco, 2022a).

Con puntuales excepciones, el aburrimiento ha sido considerado como el castigo de la humanidad. Solo en contados casos se ha observado en sentido contrario. Para la ética epicúrea, por ejemplo, el alcance de la virtud precisaba del tiempo de ocio en el que a veces nace el aburrimiento. En el Renacimiento, se decía que el tedio, fusionado entonces con la melancolía, era el caldo de cultivo ideal para la elevación de los espíritus geniales. Incluso en la actualidad estamos siendo testigos de una original—aunque ingenua—revalorización del aburrimiento que pretende convencernos de que el simple hecho de sufrir este estado puede potenciar la creatividad (Ros Velasco, 2022a, 2022b).

Sin embargo, si por algo ha despertado nuestra curiosidad el aburrimiento por tanto tiempo es por su cariz patológico. Se caracteriza por ser molesto hasta el extremo en que no podemos ignorarlo y nos vemos obligados a hacer cualquier cosa a nuestro alcance para desasirnos de él. Cuando lo sufrimos, somos conscientes de que algo está fallando en nuestra relación con el entorno, que se ha quedado obsoleto y ha dejado de representar un reto. Una vez localizada la fuente de aburrición, lo habitual es diseñar en nuestra mente —a veces de manera inconsciente— una estrategia de huida de aquello que nos provoca fastidio y tratar de llevarla a la práctica, cambiando así la situación que nos causa incomodidad por otra más gratificante. Si hay algo positivo en el aburrimiento es que actúa como una señal de descontento con el presente para instarnos a explorar lo desconocido, manteniéndonos siempre en movimiento y evitando el estancamiento.

Existen, no obstante, circunstancias en las que nos quedamos atrapados en este estado indefinidamente, especialmente cuando no damos con la clave para facilitar el paso a lo siguiente o no nos está permitido desasirnos de la fuente de aburrición. Desde que se estudia el aburrimiento, los expertos han insinuado que algunas personas son incapaces de escapar del dolor por ser propensas a darse de bruces con el tedio en toda circunstancia. Todo les aburre, nada les causa satisfacción. La razón de su aburrimiento crónico radica en ellas mismas, en su personalidad o en un trastorno de la conciencia, como han apuntado los psicoanalistas, en su incapacidad para interesarse por el mundo a su alrededor, como dirían los cognitivistas, o en un malfuncionamiento a nivel neuro-fisiológico, como tratan de averiguar los neuropsiquiatras (Ros Velasco, 2022a).

Hace más de un siglo que los especialistas en salud mental están estudiando las particularidades individuales que determinan que algunas personas sean más propensas al aburrimiento que otras. Se han creado escalas de medición del aburrimiento para identificar sus causas en función tanto del entorno como de los rasgos específicos del que se aburre. Muchos trabajos se han conducido para entender el papel que juegan en su experiencia factores demográficos tales como la edad o el sexo, u otros de carácter socioeconómico como son el poder adquisitivo, el nivel cultural, el lugar de residencia o el sector laboral al que se pertenece. También se han considerado aspectos ineludibles los relacionados con el ámbito de la salud como el convivir con todo tipo de patologías.

El hecho de que en ciertos contextos específicos muchas personas heterogéneas refieran sufrir aburrimiento de manera permanente nos hace pensar que es imposible que todas se definan por una alta propensión al aburrimiento. Por el contrario, podemos sospechar que son esos mismos entornos los que generan un aburrimiento situacional cronificado (Ros Velasco, 2022a) porque impiden que nuestras estrategias de huida frente al aburrimiento se lleguen a materializar. Hablamos de situaciones constrictivas y limitantes que no favorecen la escapada, incluso si somos capaces de trazar en nuestra mente el camino hacia un nuevo horizonte, esto es, si sabemos qué nos gustaría hacer para poner fin al tedio.

Cualquiera puede ser víctima de esta última forma de aburrimiento generado por dinámicas coercitivas de la libertad que se distinguen en determinados contextos. No obstante, nuestra sociedad actual propicia que sean los mayores —especialmente los dependientes— quienes más frecuentemente se ven atrapados en situaciones en las que el sufrimiento por la imposibilidad de dar respuesta al tedio es tan común que acaba rozando el hastío o el aburrimiento profundo, aquel que hace poner en duda el valor de existencia. Los investigadores hemos dedicado muchos esfuerzos a analizar las causas y las consecuencias del aburrimiento cronificado en entornos como el escolar o el laboral, como fruto de la cultura del consumo inmediato o de esos ritmos vertiginosos en los que se sume nuestro actual estilo de vida. Sin embargo, sorprende la poca atención que se ha prestado a aquellos espacios y contextos que alimentan el tedio cronificado en quienes llegan al final de la vida en situación de dependencia.

El número de estudios llevados a cabo con el objetivo de entender cómo afecta el aburrimiento a las personas mayores es preocupantemente escaso, por no mencionar que los enfoques desde los que se han realizado muestran una dispersión temática digna de ser reseñada en sentido negativo. En la actualidad, carecemos por completo de un mapa conceptual capaz de ilustrar en detalle este fenómeno y desde el que partir para proponer intervenciones eficaces que compensen el fastidio que el tedio cronificado provoca en quienes no logran dar portazo a su fuente de aburrición situacional.

En el año 2020, apenas 49 trabajos científicos habían abordado la cuestión del tedio en los adultos mayores, de entre los cuales solo 13 lo trataban de manera directa; los 36 restantes lo hacían de forma tangencial. El 45% del total había visto la luz entre los años 2012 y 2017. Un 35% provenían del ámbito geográfico estadounidense, seguido con mucha diferencia por países como Francia, Reino Unido y España. Más del 85% eran en lengua inglesa y alrededor del 80% lo componían artículos académicos que seguían en su mayoría diseños exclusivamente cualitativos. En cuanto a los escenarios en los que se centraban, el 39% de la investigación estaba concentrada en residencias de mayores, otro 39% en el domicilio particular, un 12% en centros para jubilados y el resto estaba distribuido entre centros de día, hospitales y centros de rehabilitación. Las muestras con las que se había trabajado representaban especialmente a la población femenina de una edad media de 76 años (Ros Velasco, 2021a).

En lo tocante a la temática de este corpus literario, los estudios se encontraban repartidos entre aquellos que ponían el foco en a) la vivencia del aburrimiento según factores demográficos y psicológicos, b) la experiencia del aburrimiento de los mayores en dependencia del lugar de residencia, c) la aparición del aburrimiento tras la jubilación y el aumento del tiempo libre, d) la conexión entre aburrimiento, soledad no deseada y sentimiento de inutilidad y e) la presencia del aburrimiento en trastornos mentales y la Terapia de Reminiscencia (Ros Velasco, 2021a).

 

Lo que evidencian las conclusiones de todos estos trabajos, en función del bloque temático en el que se enmarcan, puede resumirse en lo siguiente (Ros Velasco, 2021a):
La vivencia del aburrimiento según factores demográficos y psicológicos. Desde los años setenta, los gerontólogos han apuntado a que el aburrimiento en los mayores es una enfermedad virulenta que afecta a dos de cada tres personas que sienten que no tienen nada que hacer y a la que hay que dedicar mucha más inversión. Se ha mostrado que el tedio ataca más a quienes tienen tendencia a pensar mucho las cosas, a aquellos que van de casa en casa de manera rotativa para recibir cuidados y a los que viven solos y sin opciones de cuidar de otros. Además, afecta más a los hombres que no saben cómo entretenerse en su tiempo libre y a las mujeres que dejan de lado el rol de cuidadoras. Los estudios son contradictorios cuando se trata de determinar a qué edad se vuelve más punzante el aburrimiento, aunque los 85 suelen aparecen como un momento clave.

La experiencia del aburrimiento de los mayores en dependencia de la residencia. El aburrimiento es un problema persistente para los mayores que pasan sus últimos años de vida institucionalizados en residencias. Esto se debe a que los centros adolecen de una oferta de entretenimiento adecuada e incapaz de comprometer a los residentes, pero también a que en ellos hemos dado prioridad a la seguridad, obtenida a través de la rutinización, la estandarización y la repetición, en detrimento de la espontaneidad, la personalización y la variedad tan necesarias para vivir una vida sin aburrimiento. Se ha detectado que en algunos casos la coyuntura con el aburrimiento procede directamente de los propios residentes, que se cierran en banda a participar de la vida residencial. Otras causas que dan lugar al aburrimiento en este tipo de instituciones son la falta de compañía y de oportunidades para ofrecer cuidados. Las investigaciones aseguran que el aburrimiento sostenido en el tiempo afecta siempre negativamente a la salud mental de los residentes y contribuye a crear entornos poco seguros. Este problema se replica en menor medida en otras instituciones como son los hospitales, los centros de día y los centros de rehabilitación.

La aparición del aburrimiento tras la jubilación y el aumento del tiempo libre. El aburrimiento en la jubilación fue estudiado principalmente en los años sesenta y los setenta. Las publicaciones señalaron que el tedio provenía de que los jubilados, tras romper con sus roles y rutinas habituales, no tenían nada que hacer o no sabían qué hacer con tanta cantidad de tiempo libre. Esto aplicaba especialmente a hombres con bajo poder adquisitivo y escaso nivel cultural que habían desempeñado trabajos sin cualificación. El aburrimiento se establecía entonces como uno de los desencadenantes de la depresión, la apatía e incluso la ideación suicida tras la jubilación.

Al margen de lo que subrayan los estudios existentes, yo misma elaboré una serie de entrevistas a jubilados en el año 2020 (a-e) para preguntarles acerca de su relación con el aburrimiento y pude concluir que, en efecto, las mujeres tienen menos problemas a la hora de adaptarse a esta nueva etapa porque siguen dando continuidad a muchas de las actividades —sobre todo domésticas— que realizaban con anterioridad, así como a los roles del pasado relacionados con el cuidado. Curiosamente, detecté que la religión suponía para muchos de ellos un pilar esencial en la lucha contra el hastío.

La conexión entre aburrimiento, soledad no deseada y sentimiento de inutilidad. El aburrimiento es una plaga que afecta a las personas mayores siempre de la mano de otras dos como son la soledad no deseada y el sentimiento de inutilidad. Las tres fueron definidas por la iniciativa The Eden Alternative, fundada por el Doctor Bill Thomas a principios de los años noventa. Forman un círculo vicioso que se retroalimenta. Quienes se aburren suelen carecer de la compañía que precisan y de oportunidades para cuidar de otros y sentirse realizados. La ausencia de compañía, a su vez, provoca aislamiento en las personas, convirtiéndolas en seres retrotraídos y menos dispuestos a involucrarse en actividades tanto de crecimiento como de cuidado. La sensación de sentirse inútil, finalmente, es el reflejo de no poder hacer cosas por los demás y por uno mismo y aboca necesariamente a la soledad y al aburrimiento (Ros Velasco, 2020f).

La presencia del aburrimiento en trastornos mentales y la Terapia de Reminiscencia. La falta de estímulos que se traduce en la experiencia constante del aburrimiento es altamente perjudicial para las personas que viven con demencia, pues incrementa la agitación y el nerviosismo, desencadena escenas de violencia, recurrencia de delirios y confabulaciones paranoides cuando el día se pasa sin hacer nada. También aumenta la sensación de soledad, provoca disminución del afecto, acelera el declive cognitivo y empeora la fragilidad psicológica y los niveles de estrés (véase Ros Velasco, 2021b, 2021c). Es responsable de incentivar la depresión y puede conducir a trastornos de la conducta como la adicción al juego e incluso al suicidio (véase Ros Velasco, 2021d). En los casos de personas que padecen Alzheimer, depresión o ansiedad, además, el tedio desvirtúa las bondades de la Terapia de Reminiscencia, incitando a los mayores a revivir recuerdos dolorosos del pasado.

Lo que se desprende del conocimiento científico de que disponemos hasta ahora sobre el aburrimiento en las personas mayores es que, ciertamente, puede llegar a ser un problema que ponga en riesgo la consecución del envejecimiento saludable cuando no se cuenta con opciones para llevar a la práctica una estrategia de huida de la fuente de aburrición que permanece en el tiempo. Su causa puede ser endógena (aburrimiento crónico), pero la mayoría de las veces es exógena (aburrimiento situacional cronificado). En otras palabras, el problema proviene de la proliferación de escenarios generadores de aburrimiento erigidos sobre asunciones edadistas, capacitistas y paternalistas.

El proceso de envejecimiento viene aparejado de cambios que nos obligan a readaptarnos al entorno para tratar de seguir viviendo en condiciones que hagan la vida digna de ser vivida. Como sociedad, no ponemos las cosas fáciles a quienes comienzan a mostrarse dependientes al final del camino. Cometemos el error de dar por sentadas muchas de sus necesidades en lo que respecta a sus deseos e ilusiones y empezamos a preocuparnos más por el cuidado del cuerpo que por el del alma. Especialmente en las residencias, muchos mayores sienten que están obligados a ser sujetos pasivos, sumidos en unas rutinas que no han elegido e inmersos en actividades que consideran poco estimulantes y repetitivas, sobre las que nadie les ha preguntado, que no fomentan la continuidad de su biografía y sus hábitos pasados ni la emergencia de nuevos proyectos personales.

En este tipo de entornos, quienes acaban cayendo presas del tedio más profundo sufren cambios de humor extremos que se materializan en estados de enfado, agitación y frustración. Con el tiempo, estos se acompañan de reacciones violentas, episodios de agresividad y conductas autolesivas. Este doloroso periplo culmina con el desarrollo de una actitud retrotraída que se manifiesta en el desinterés por la vida residencial y por el mundo exterior, y que siembra las semillas de la soledad y la depresión. Algunos estudios han demostrado que el aburrimiento cronificado también da pie a padecer desórdenes del sueño o trastornos alimenticios, así como favorece el decremento de las habilidades cognitivas, la reducción de la movilidad y el aumento de la dependencia.

Cada vez estamos siendo más conscientes de que cuando las personas mayores experimentan aburrimiento situacional cronificado, porque quienes les rodeamos no les apoyamos a la hora de llevar a la práctica sus estrategias de huida frente al tedio, o no facilitamos que puedan comprometerse con nuevos proyectos de crecimiento, entran en una fase de riesgo de consecuencias nefastas para su bienestar físico y mental. Pero todavía queda mucho trabajo por hacer en este sentido.

Lo expuesto en este capítulo muestra que aún sabemos poco sobre las causas y las consecuencias del aburrimiento en las personas mayores, pero también que lo poco que sabemos es razón suficiente para ponerse en alerta y profundizar más en el tema con el objetivo de afrontar esta problemática. Es necesaria mucha más investigación empírica para determinar el alcance de este fenómeno y ofrecer soluciones coherentes con las demandas de los mayores y con los recursos con los que cuentan en los lugares en los que viven.

Como otros países del mundo, España está a la cola en esta tarea. Sin embargo, recientemente se ha puesto en marcha bajo mi liderazgo el proyecto PRE-BORED. Well-being and prevention of boredom in Spanish nursing homes, financiado con fondos del programa Horizonte 2020, para dar visibilidad a esta realidad, estudiarla de primera mano en centros residenciales y promover la creación de protocolos de prevención para evitar que el aburrimiento merme la calidad de vida de aquellos que pasan sus últimos años institucionalizados.

PRE-BORED parte de la hipótesis de que el aburrimiento sostenido en el tiempo que muchos mayores refieren padecer en las residencias es perjudicial para su salud. En la actualidad, su ejecución se encuentra en la fase de trabajo de campo, en la cual están participando numerosos centros que abren sus puertas al equipo para la realización de entrevistas a directores, técnicos, gerocultores y residentes que quieren compartir su experiencia con el aburrimiento en las instituciones —no solo respecto al que padecen los mayores en sí, sino también al de los propios trabajadores (Ros Velasco, 2021e)—.

Cada residencia se convierte en un caso de estudio al que se le facilita, al final de la intervención, un informe sobre su situación, junto con algunas sugerencias de mejora y una oportunidad de acompañamiento y asesoría a la hora de implementar los cambios que se estimen convenientes. Pero el objetivo a largo plazo es que aquellas instituciones comprometidas en la lucha contra el aburrimiento —incluyendo, más allá de las mismas residencias, a otras entidades sin ánimo de lucro y a responsables sociales y políticos— generemos un diálogo en torno a los resultados de este proyecto pionero en el mundo que nos permita prevenir la aparición del aburrimiento más peligroso.

Aunque es pronto para avanzar conclusiones sobre este estudio, dado el escaso conocimiento que tenemos en la actualidad sobre este fenómeno no es irresponsable aventurarnos a anunciar que el principal problema del que parte el aburrimiento que se cronifica en nuestras instituciones tiene que ver con la falta de canales de comunicación que estimulen que las personas mayores puedan expresar a la dirección y a los técnicos, libremente y sin miedo a represalias, cómo quieren emplear su tiempo en la residencia.

A menudo son los propios centros los que deciden qué actividades ofertar a los residentes, cómo se les permite participar en la vida residencial y de qué manera van a pasar sus días. Estas decisiones, que se toman pensando en el bienestar de los mayores, no siempre se corresponden con sus deseos. En este sentido, se trata de incentivar que los mayores sigan decidiendo lo máximo posible sobre cómo quieren vivir, adoptando el personal de los centros la posición del facilitador.

Parece que la solución para combatir el aburrimiento va a pasar previsiblemente por un proceso de empoderamiento de los mayores, un replanteamiento de la cultura del cuidado y la creación de departamentos de comunicación interna. Obviamente, todo esto no tendrá ningún recorrido a menos que observemos de manera simultánea otros problemas de sobra conocidos en el sector como los que representan las ratios actuales, la insuficiente formación en modelos de atención centrada y dirigida por las personas o la escasa financiación e implicación por parte de las administraciones.

Creo que podemos ser optimistas dada la cantidad de movimiento y expectación que está creando la perspectiva de un cambio de la cultura del cuidado y de la atención al envejecimiento en nuestro país. Pensar en el papel del aburrimiento en una sociedad cada vez más longeva y necesitada de cuidados de larga duración es imprescindible para cumplir con el objetivo de garantizar que el final de la vida venga cargado al menos de tanto significado como el que marcó el resto de las etapas conducentes a ese destino.[1]

 

Referencias

Ros Velasco, J. (2020a). El aburrimiento soy yo y mis circunstancias. Envejecer en sociedad, CENIE [Blog].
https://cenie.eu/es/blogs/envejecer-en-sociedad/el-aburrimiento-soy-yo-y-mis-circunstancias.

Ros Velasco, J. (2020b). Un imperativo contra el aburrimiento: ¡Entretente tú mismo! Envejecer en sociedad, CENIE [Blog].
https://cenie.eu/es/blogs/envejecer-en-sociedad/un-imperativo-contra-el-aburrimiento-entretente-tu-mismo.

Ros Velasco, J. (2020c). La adaptación a la jubilación: ¿Una cuestión de género? Envejecer en sociedad, CENIE [Blog].
https://cenie.eu/es/blogs/envejecer-en-sociedad/la-adaptacion-la-jubilacion-una-cuestion-de-genero.

Ros Velasco, J. (2020d). No estoy solo (ni aburrido) porque Dios está conmigo. El papel de la religión en la vejez. Envejecer en sociedad, CENIE [Blog].
https://cenie.eu/es/blogs/envejecer-en-sociedad/no-estoy-solo-ni-aburrido-porque-dios-esta-conmigo-el-papel-de-la.

Ros Velasco, J. (2020e). ¿Es el Estado responsable de entretener a los mayores? Envejecer en sociedad, CENIE [Blog].
https://cenie.eu/es/blogs/envejecer-en-sociedad/es-el-estado-responsable-de-entretener-los-mayores.

Ros Velasco, J. (2020f). Modelos de intervención para residencias de mayores (I): The Eden Alternative. Envejecer en sociedad, CENIE [Blog].
https://cenie.eu/es/blogs/envejecer-en-sociedad/modelos-de-intervencion-para-residencias-de-mayores-i-eden-alternative.

Ros Velasco, J. (2021a). The Experience of Boredom in Older Adults: A Systematic Review. Health, Aging & End of Life, 6, 11-44.

Ros Velasco, J. (2021b). El aburrimiento y la demencia: un cóctel explosivo (1/2). Envejecer en sociedad, CENIE [Blog].
https://cenie.eu/es/blogs/envejecer-en-sociedad/el-aburrimiento-y-la-demencia-un-coctel-explosivo-12.

Ros Velasco, J. (2021c). El aburrimiento y la demencia: un cóctel explosivo (2/2). Envejecer en sociedad, CENIE [Blog].
https://cenie.eu/es/blogs/envejecer-en-sociedad/el-aburrimiento-y-la-demencia-un-coctel-explosivo-22.

Ros Velasco, J. (2021d). ¿Puede uno morirse de aburrimiento? Dependencia.info [Revista Online].
https://dependencia.info/noticia/4141/opinion/puede-uno-morirse-de-aburrimiento.html.

Ros Velasco, J. (2021e). Boredom in Informal and Certified Caregivers: A Call for Research. Journal of Geriatric Care and Research, 8(2), 50-55.

Ros Velasco, J. (2022a). La enfermedad del aburrimiento. Alianza Editorial.

Ros Velasco, J. (2022b). Avorrir-nos NO ens farà més creatius (Desafortunadement) [Conferencia]. Ateneu Barcelonès [Canal de YouTube].
https://youtu.be/4vc0YnCTVS0.

 


[1] Este trabajo está financiado por el programa de la Unión Europea Horizonte 2020 bajo la ejecución de un contrato Marie Skłodowska-Curie Actions nº 847635.

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