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Escuela de Pensamiento
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De una sociedad envejecida a una sociedad longeva

En las últimas décadas todos los países han experimentado un aumento de la edad media de la población. En España la edad media era de 27 años en 1950 y hoy en día supera los 43 años.
Por Maria Durbán
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En las últimas décadas todos los países han experimentado un aumento de la edad media de la población. En España la edad media era de 27 años en 1950 y hoy en día supera los 43 años. Por primera vez le porcentaje de la población mundial mayor de 65 años supera a los menores de 5 y en 2047 habrá más personas mayores de 60 años que menores de 5.

El hecho de que más gente viva hasta edades más avanzadas es uno de los mayores logros del siglo XX, sobre todo porque la mayoría de esos años “extra” se viven de forma saludable. Sin embargo, lo que debería ser un escenario idílico se percibe como una ‘bomba demográfica’ en la que los mayores se perciben como la causa de la futura ruina de nuestra sociedad. Esta percepción está fundamentada en gran medida en los indicadores que usamos para medir el envejecimiento de una sociedad, el más conocido es el índice de dependencia que mide la razón entre el número de personas mayores de 65 años y los que están en entre los 15 y los 64. Las proyecciones de la Oficina Estadística Europea (Eurostat) para dicha ratio en España en 2100 están entre el 55 y 60%, es decir que habrá más persona jubiladas que en el mercado laboral.

 

Ratio de dependencia proyectado al año 2011

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Fuente: Eurostat

 

Sin embargo, esta percepción casi apocalíptica del futuro se debe, en gran medida, a que la sociedad y las instituciones no han modificado el prisma con el que hay que mirar la duración de la vida. El concepto de sociedad envejecida se centra en los cambios en la estructura de la pirámide poblacional y su medida de referencia es la edad cronológica. Sin embargo, una persona de 75 años hoy en día no es “más vieja”, en términos de salud, que una persona de 65 años en los años 70. Una esperanza de vida mayor implica que un individuo tiene un horizonte más amplio que sus predecesores a la misma edad. Por lo tanto, una pregunta fundamental es ¿qué vamos a hacer con los años de vida “extra”?, ¿han de ser años improductivos desde el punto de vista económico?, ¿cómo nos preparamos para vivirlos?. En un partido de fútbol, la prórroga es una nueva oportunidad para ganar, y la mayoría de nosotros la tendremos.

Quizás el primer cambio pasa por una re-definición del concepto de vejez. En el año 2017 las Sociedades de Gerontología y Geriatría de Japón propusieron un nuevo umbral de la vejez basado en un estudio en el que constataron que los ancianos habían rejuvenecido tanto biológica como intelectualmente unos 10 años en comparación con personas de la misma edad dos décadas antes. Definieron:

  • Pre-vejez entre los 65 y los 74 años
  • Vejez entre los 75 y los 90 años
  •  Super-vejez más de 90 años

 

Esto tiene importantes implicaciones económica y sociales, por ejemplo, una la vida laboral más larga necesita una formación continuada, una mayor flexibilidad laboral, etc., pero siempre bajo la premisa de que el envejecimiento es un proceso diferente para cada persona, y poner una “fecha de caducidad” laboral única es una simplificación que no se corresponde con la realidad.

Debemos dejar de hablar de transición demográfica para hablar de transición hacia la longevidad. Para llevar a cabo este cambio es necesario modificar la manera en que calculamos nuestra edad, debemos medir el envejecimiento con herramientas más flexibles, como, por ejemplo, la edad biológica, que mide nuestro estado celular, y ajustar indicadores tales como la razón de dependencia teniendo en cuenta factores como los cambios en la tasa de mortalidad. Como sociedad, necesitamos cambiar la visión negativa de la vejez, muchas veces fomentada por el propio lenguaje y los medios de comunicación, y asumir nuestra responsabilidad individual en el proceso de envejecimiento. Y por supuesto, nuestros gobernantes deben garantizar un envejecimiento saludable para todos, adaptado a las necesidades de cada ciudadano, y no basado en una serie de políticas que aplican por igual a toda la población a partir de cierta edad.

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