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No basta con vivir más, hay que mejorar la calidad de los años vividos. El envejecimiento en salud implica un cambio paradigma defendido por el Indicador de calidad de vida digna de las personas mayores – consideraciones de género, publicado por la Cátedra Economía del Envejecimiento de Fundación Mutualidad Abogacía, que insta a los gobiernos a promover la autonomía de las personas mayores durante su envejecimiento.
En el decálogo de recomendaciones de este estudio realizado conjuntamente con la Universidad de Barcelona se pone el acento en necesidades como la asistencia domiciliaria, la mejora de los ratios de camas en los centros de cuidados de larga duración, o la atención a las diferentes necesidades de género: “La mayor esperanza de vida en las mujeres suele ir acompañada de una mayor presencia de limitaciones para realizar las actividades de la vida diaria, principalmente en actividades ligadas a la movilidad, por lo que se debe promover el desarrollo de políticas sociales que incrementen las ayudas”, se señala.
Estas llamadas a la acción se alinean con la realizada por la Organización Mundial de la Salud. La OMS impulsó en 2021 la Década del Envejecimiento Saludable, una iniciativa que insta a trabajar hasta 2031 en las necesidades de una población que envejece a un ritmo nunca antes visto, de hecho, ya hay más de mil millones de personas que en el mundo superan los 60 años de edad.
El objetivo es “fomentar y mantener la capacidad funcional que permite el bienestar en la vejez”. Entendiendo por capacidad funcional “mantener los atributos que permiten a todas las personas ser y hacer lo que para ellas es importante”, pero este requerimiento que se resume con tanta facilidad, implica un formidable reto para el conjunto de las naciones. La pregunta pasa a ser entonces: ¿cómo debemos avanzar hacia la mejora de la capacidad funcional de las personas mayores?.
Cuatro áreas de acción del envejecimiento saludable
La OMS reflexiona sobre los ámbitos de actuación de mejora del envejecimiento saludable, identificando cuatro áreas de acción que implican un trabajo conjunto de muchos sectores. Entre los más destacados figuran los de la salud, finanzas, atención a largo plazo, protección social, educación, trabajo, vivienda, transporte, información y comunicación.
Se trata de conciliar y organizar los esfuerzos de estas esferas de poder atendiendo siempre a las especificidades de cada estado y sociedad, de modo que en cada contexto se tomen las decisiones que se consideran más urgentes y/o beneficiosas.
1. Avanzar en la forma de pensar
La primera de estas acciones apunta a luchar contra los estereotipos negativos que, en torno a la vejez, se han instalado en las últimas décadas en muchas sociedades avanzadas. Una lucha en la que deben participar los principales agentes gubernamentales, sociales y económicos, para promover “una comprensión más positiva y realista de la edad y el envejecimiento, y unas sociedades capaces de integrar a todas las edades”.
Algunas de las medidas que se proponen son:
2. Fomentar las capacidades de las personas mayores
Mantener operativas las capacidades del mayor durante el mayor tiempo posible, es un imperativo para sociedades como la española, en la que el porcentaje de población mayor de 64 años supera el 20%, por encima del grupo de menos de 20 años, según datos del INE de 2023.
Una vez más, hay que actuar desde una amplia perspectiva que incluya factores determinantes en el envejecimiento como los entornos físicos, sociales y económicos, tanto los urbanos como los rurales. Se trata de eliminar los obstáculos físicos y sociales, e introducir políticas, sistemas, servicios productos y tecnologías, que promuevan la salud del colectivo fortaleciendo y manteniendo sus capacidad física y mental. También como punto destacado, se promueve que la persona mayor siga haciendo las cosas que valora, incluso cuando empieza a perder sus capacidades.
Sobre este punto, la OMS anima a avanzar en medidas como:
3. Ofrecer atención integrada
Prevención, promoción, atención curativa, rehabilitación y cuidados paliativos y terminales. El envejecimiento en salud requiere de una atención integrada y centrada en la persona mayor. Una concepción que implica un giro en la esencia del sistema de salud, que debe transitar de una operativa de curación de afecciones agudas a otra de atención a las afecciones de las personas mayores (deficiencias motrices y sensoriales, enfermedades cardiovasculares, factores de riesgo como la hipertensión y la diabetes, trastornos mentales, incontinencia etc.).
Y es aquí donde la atención primaria se convierte en piedra angular del sistema: es desde su cercanía donde más eficazmente se puede tratar el bienestar físico y mental del colectivo.
Quizás por esta razón muchas de las medidas propuestas a los estados por la OMS se dirigen a la transformación y fortalecimiento del corazón sanitario:
4. Acceso a la atención a largo plazo
En su último radio de acción, el plan de acción trazado por la OMS para el envejecimiento activo, repara en la necesidad de construir sistemas con servicios de atención a largo plazo para las personas que lo necesiten.
De nuevo, un cambio radical en el modelo. En la actualidad, los cuidados a largo plazo se abordan en gran medida desde la asistencia no estructurada de familiares. Esta labor, que recae mayormente en mujeres, se realiza por cuidadores sin formación específica sometidos a una gran presión. Además, crece el número de personas mayores sin familia y disminuye el de personas jóvenes en disposición de prestar estos cuidados informales.
Este escenario lleva a la OMS a considerar como imprescindible que todos los países cuenten con “un sistema capaz de atender las necesidades de las personas mayores en lo que respecta a los cuidados a largo plazo, y en particular unos servicios de asistencia y apoyo social que les ayuden en la vida cotidiana y el cuidado personal y les permitan mantener sus relaciones, envejecer en un lugar adecuado, no ser víctimas de maltrato, acceder a los servicios comunitarios y participar en actividades que den sentido a sus vidas”.
España avanza en la Estrategia estatal de cuidados, desde que en 2006 se incorporó la promoción de la autonomía y la atención a las personas en situación de dependencia al sistema público de protección social. Sin embargo, la transformación del modelo de cuidados es un proceso complejo que requiere de un mayor compromiso para avanzar conforme a las directrices de la OMS. Algunas de ellas son: