En su libro La Flecha de Apolo sostiene que, si bien durante las pandemias suele aumentar la religiosidad y la aversión al riesgo, cuando se superan, “aumentan las ganas de socializar y de probar cosas nuevas, lo que muy probablemente desemboque en un consumo de revancha”.
Esta teoría que modifica los patrones de comportamiento de los ciudadanos hacia el consumo tiene su referente más reciente en los años veinte del siglo pasado por el período de desenfreno vivido tras la salida de la Primera Guerra Mundial y el fin de la Gripe española. En este período no sólo surgieron algunos de los avances más relevantes de la historia de la humanidad tales como la industria del automóvil, la radio, la televisión o la aviación entre otros, también se vivió un auténtico boom del consumo, generalizándose este entre todas las clases sociales quizá por primera vez en la historia.
Es previsible que esta predicción del Dr. Christakis se adelante incluso al año 2023, pues este está llamado a ser el año en el que veamos el fin de la resaca pandémica, es decir, el año en el que de verdad podamos ver cómo la nueva normalidad será sustituida por la verdadera normalidad, la que disfrutábamos en 2019, al menos en lo que a las normas de contacto social se refiere. El propio Bill Gates afirma que para el caso de España veremos recuperada esa verdadera normalidad a finales de 2022.
Pese a estas previsiones, no podemos obviar que el estado de profunda devastación que la pandemia va a dejar sobre la economía global supondrá que el estado de euforia por el fin de la pandemia colisione con unos indicadores macroeconómicos que necesitarán al menos una década para la vuelta a la normalidad efectiva. Y es que estamos ante un déficit público creciente, unas tasas de paro elevadísimas e insoportables especialmente para la juventud, un gasto en pensiones públicas en continuo crecimiento, un gasto sanitario al alza empujado por el continuado envejecimiento de la población, etc.
Visto este choque entre la ilusión por el fin de la pandemia con una economía arrasada por esta, las autoridades económicas deberán estar muy atentas a los cambios en los patrones de comportamiento hacia el ahorro y el consumo de las familias, de tal forma que el elevado ahorro acumulado no se transfiera en créditos a las familias sin las garantías de pago necesarias y previo análisis riguroso del riesgo que se asume. Sólo recordemos por un momento cuál fue el origen de la crisis financiera de 2008.
Bajo este panorama postcovid, intentemos a continuación visualizar como serán los próximos años hasta llegar a ese ansiado Gran Reinicio en aspectos tan relevantes para los ciudadanos como la salud o la economía.
La salud y la morbimortalidad
Ya conocemos los registros de sobremortalidad en el año 2020, con tasas de fallecimiento no observados desde la Guerra Civil Española y donde los mayores damnificados ha sido una vez más la población más vulnerable, los ciudadanos de la cohorte de edades mayor de 80 años. Además, según los datos de sobremortalidad de los que ya disponemos en 2021, todo indica que la supervivencia esperada sufrirá otra recesión, quizá no tan acusada como la de 2020, pero si suficiente para que la esperanza de vida en España retroceda en cifra cercanas a un año como ya lo hiciera también en 2020.
Aun asumiendo que, gracias al proceso de vacunación, España alcance después del verano la llamada inmunidad de rebaño, los registros de supervivencia no volverán a cifras equivalentes a las de 2019, hasta bien pasado el año 2024.
En primer lugar, el colapso del sistema sanitario provocado por la pandemia ha obligado a desatender no solo la actividad hospitalaria habitual, sino que también la población general ha dejado de acudir a la atención primaria para ser diagnosticada de las enfermedades graves o crónicas padecidas y no conocidas, como puede ser el cáncer, infartos, etc. Algún estudio reciente cifra que en este período de pandemia tan solo se han diagnosticado el 25% de casos respecto a los que se estima deberían haber sido prevenidos. En consecuencia, existe un manifiesto consenso de la profesión médica que estima que en los dos próximos años se observará un incremento acusado de la morbimortalidad, la llamada mortalidad adelantada.
El segundo efecto de la mortalidad postpandémica se refiere al deterioro de los hábitos de vida saludables que se derivan de la gran depresión económica que estamos viviendo y cuyo impacto se manifestará en el medio plazo en términos de esperanza de vida tal como hemos observado en otras recientes experiencias de crisis económica. Esta experiencia previa nos dice que al menos necesitaremos que transcurran cinco años desde el fin de la crisis económica para recuperar las tasas de longevidad de la era precovid.
Tal es el impacto sobre las tasas de supervivencia en España que, para volver a plantearnos si volveremos a ser el segundo país más longevo del mundo tras Japón y el más longevo en dos décadas tal como estimaban todos los institutos de proyección demográfica antes de la pandemia, deberemos reformular esta posición en unos años y nunca antes de 2023.
Todas estas premisas se fundamentan en la confianza de que, gracias a la vacunación, podamos alcanzar la inmunidad de rebaño después del verano sea cual fueran los distintos tipos de cepas a los que debamos hacer frente. Sin embargo, la dificultad de que toda la población del planeta se pueda beneficiar del programa de vacunación, limitará el flujo de circulación de personas entre territorios y la necesidad de un uso prolongado de las medidas de protección como es la mascarilla o acreditar que estamos vacunados para, entre otros, viajar o para asistir a recintos de gran aforo.
Dos datos contradictorios y muy vinculados a las desigualdades entre países ricos y los no tan ricos nos muestran la incertidumbre actual sobre estas predicciones. Por un lado, la experiencia de Israel, país líder en población vacunada en el mundo, demuestra la efectividad casi absoluta de la vacuna. En sentido contrario, la mayoría de los países llamados pobres ni siquiera han comenzado con el proceso de vacunación.
La nueva economía: hacia un capitalismo inclusivo
Las conclusiones del Foro de Davos 2021 celebrado a finales de enero bajo el lema del Gran Reinicio desvela cómo los ciudadanos, además de ser capaces de hacer sacrificios, están comprometidos con una sociedad mejor y más sostenible. Tal es así que se vaticina que la mayor conciencia ambiental de los ciudadanos puede llevar a situaciones como la de que los viajes se vuelvan a realizar en medios más sostenibles que el avión, cuya caída la cifran en hasta el 50%.
Parece que hay un cierto acuerdo social en apostar por un capitalismo más inclusivo y dando por terminado el periodo de capitalismo basado en la maximización del beneficio aún a costa de valores y cuestiones éticas o del deterioro del medio ambiente. Parece que emerge con fuerza un capitalismo más justo, equitativo, respetuoso con el planeta y donde no todas las empresas tendrán propietario. Esta economía más mutual será uno de los grandes motores de la sociedad y un nuevo modelo de negocio empresarial.
Para identificar las características intrínsecas de esta nueva economía inclusiva, The Rockefeller Foundation la define como aquella que ofrece más oportunidades para una prosperidad compartida de manera más amplia, especialmente para aquellos que enfrentan las mayores barreras para promover su bienestar. Sus cinco principales características son:
- Participación: Las personas pueden participar plenamente en la vida económica y tener más voz sobre su futuro.
- Equidad: Hay más oportunidades para todos los ciudadanos de evolucionar económica y socialmente.
- Crecimiento: Una economía produce cada vez más bienes y servicios para permitir grandes ganancias en bienestar y mayores oportunidades.
- Estabilidad: Las personas, las comunidades, las empresas y los gobiernos tienen un grado suficiente de confianza en su futuro y una mayor capacidad para predecir el resultado de sus decisiones económicas.
- Sostenibilidad: La riqueza económica y social se mantiene en el tiempo, manteniendo así el bienestar intergeneracional. Entendemos por riqueza económica y social el valor de todo el conjunto de activos que contribuyen al bienestar humano, incluido el capital humano producido (manufacturado, financiero, humano, social y natural).
Es quizá buen momento de traer las palabras que Kofi Annan – exsecretario general de las Naciones Unidas – con el propósito de extender los beneficios de la globalización a todos los seres humanos, pronunciara en 1999 ante las empresas representadas en el Foro Económico de Davos. «Elijamos unir el poder de los mercados con la autoridad de los ideales universales. Elijamos reconciliar las fuerzas creadoras de la empresa privada con las necesidades de los menos aventajados y con las exigencias de las generaciones futuras». Parecía dar a entender Annan con estas palabras que orientar el mercado en un sentido u otro es una cuestión de elección, no de fatalismo insuperable. Esta reflexión está ahora más de actualidad que nunca y debería sin duda ser interiorizada por todos los actores de la economía.
Reflexión final
La pandemia, si algo debe servir a la sociedad es para apostar por una sociedad más inclusiva, desterrando cualquier tipo de discriminación o fobias y poder así constituir un marco de inclusión donde el tejido asociativo conforme un pilar básico y en el que la equidad y justicia social sea el epicentro de la nueva teoría económica. En este entorno, no resultará necesario establecer nuevas fórmulas de innovación social y económica, pues el mutualismo se convertirá en un referente como mejor expresión de la nueva realidad y con el que articular una economía más inclusiva y solidaria tras el Gran Reinicio.
Tras este Gran Reinicio y los Felices Años Veinte que muy probablemente acompañen a la salida de la pandemia, debemos asegurarnos que todo el caudal solidario que ha demostrado la sociedad en esta pandemia no se desamorará dando paso otra vez a un individualismo que creíamos ya desterrado. Para que esto no ocurra cada decisión económica individual, y no sólo empresarial, deberá ir acompañada de otra que valore su impacto en el bien común. Tenemos todos ante nosotros el reto de echar por tierra en esta ocasión la visión circular del tiempo que Nietzsche teorizó en Así habló Zaratustra y que postulaba “el eterno retorno de lo mismo, donde todo va a repetirse un número infinito de veces”.